Campaña 25N «Heridas del alma»

Por Mavi González Canalejas-Equipo de voluntariado del Observatorio de Violencia

“La experiencia amorosa en nuestra sociedad está circunscrita a la pareja como  el espacio simbólico privilegiado y único de su realización. La pareja es en nuestro mundo una de las relaciones más dispares y complejas, ya que sintetiza relaciones de dominio y opresión más allá de la voluntad y la conciencia, conjunta lo público y lo privado, lo social y lo personal, abarcando la intimidad afectiva y sexual, el contacto cuerpo a cuerpo, la convivencia, la corresponsabilidad vital, la economía, el erotismo, el amor y el poder. En su diversidad la pareja es reinventada y recreada por personas muy diferentes. Está cargada de deseos mágicos basados en mitos y mandatos, así como de expectativas y experiencias pasadas.”

(Guía de intervención en casos de violencia de género- Síntesis 2015)

 

Cuando oímos hablar de Violencia de Género, y más en concreto de la violencia sexual en la pareja, nos vienen a la cabeza imágenes en forma de cliché cinematográfico en que una mujer es agredida sexualmente, con violencia, incluso con agresión física.

La violencia sexual en la pareja es eso y más. También es aquello que no se ve, que no se nombra, aquello que tantas veces y por vergüenza tantas callan.

Vayamos al origen. Vivimos en una sociedad patriarcal, llena de privilegios masculinos en las que las mujeres hemos sido tratadas, y lo somos aún en muchos sitios, como un simple objeto más de su posesión. En esa creencia, las mujeres están para servir a su marido, a su hombre y con ese mandato en la cabeza no se nos ocurre que podemos decir que no, que podemos negarnos a todas las conductas que no sean de nuestro agrado o con las que no estemos de acuerdo.

Parejas en las que la intimidad está ligada al acto sexual cuándo y cómo él quiere sin tener en cuenta nuestra opinión. Sumemos a esta premisa la educación sexual que tenemos, de forma diferenciada, hombres y mujeres. En ellos la pornorización del amor les lleva a tener en su imaginario mujeres sumisas, que hacen y cumplen todos sus deseos en las más acrobáticas posturas. Nosotras, por nuestra parte,  solemos construirnos en el amor romántico, ese que nos han vendido a través de películas, series, publicidad y literatura y ese que creemos que nos va a llenar la vida. No aprendemos a pedir lo que nos gusta en la cama, no aprendemos a escuchar nuestros deseos y olvidamos que es una capacidad y un derecho el disfrute del placer en toda su extensión, el ser dueñas de nuestro cuerpo.

Cuando ambas expectativas se juntan algo se rompe, aquello con lo que habíamos soñado se desvanece dejando al aire una relación de poder en la que muchas veces nos encontramos presas.

Una no va contando por ahí que su marido la humilla, la obliga a tener relaciones sexuales vestida de esta o aquella manera, la obliga a adoptar diversas posturas vejatorias…una no cuenta esas cosas…No cuenta las veces que se “deja” por no discutir, las veces que accede a relaciones no satisfactorias, las veces que acaba llorando en el baño tras realizar algo que no quiere y que no le apetece…

La sutilidad de algunos comportamientos sexuales hace que muchas mujeres no entendamos que eso también es violencia, que estamos en nuestro derecho de decir no, que estamos en nuestro derecho de decidir cuándo y cómo mantener relaciones con nuestra pareja, marido, compañero…

Entonces llega el laberinto…vamos entrando en él poco a poco y cuando nos damos cuenta estamos sumidas en una encrucijada de calles sin salida, que no nos lleva a ninguna parte. Nos encontramos atrapadas como una mosca en una telaraña. ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Cómo no me he dado cuenta antes? Y entonces aparecen las heridas del alma: la culpa y la vergüenza…y callamos. Callamos porque eso no se cuenta, porque seguro que la culpa es mía, porque algo habré hecho yo para merecerlo, porque no me van a creer.

Dice Trinidad Soria López (Psicóloga clínica, autora de la dinámica de la telaraña de abuso en relación de pareja y autora entre otras de la Guía arriba mencionada) que cuando una mujer está en plena telaraña emocional no es consciente de lo poco que le cuesta adentrarse cada vez más en ella, cada vez más cerca del centro, donde la salida es más difícil.

Cuando nuestra pareja, que se supone que debe amarnos y respetarnos nos degrada, nos intimida, nos cosifica…y nos viola ¿Qué podemos esperar?

Las consecuencias de esa violencia sexual son muchas y diversas: Abortos, disfunciones sexuales, vaginismo, enfermedades de transmisión sexual, trauma complejo, pesadillas, dolores, memoria corporal, depresión, ansiedad, conductas suicidas, adicciones…

La ausencia de estudios específicos sobre violencia sexual hace que sea difícil su visibilización, aunque la macroencuesta realizada en 2015 por la Delegación de Gobierno para la Violencia de Género arroja una cifra de 1,7 millones de mujeres víctimas de agresión sexual al menos una vez en su vida, aunque no especifica cuántas de ellas fueron agredidas dentro del marco familiar por sus parejas.

Para salir de ese laberinto, o escapar a esa telaraña debemos tomar conciencia, pedir ayuda, buscar aliadas, aprender a vislumbrar nuestras fortalezas para empezar a tirar del hilo…ese hilo de Ariadna que nos llevará a ver la luz al final del túnel.

Está claro que vivimos en una sociedad en la que el modelo de maltrato se nos impone estructuralmente y en nuestra mano está construir un nuevo paradigma, un modelo de Buentrato (Fina Sanz– El Buentrato) que nos lleve unas relaciones satisfactorias. Para crear un nuevo modelo hay que cambiar las relaciones de poder por relaciones de igualdad, con respeto a las diferencias. Vincularnos desde la horizontalidad aprendiendo a llegar a acuerdos y sabiendo negociar sobre todo lo que atañe a nuestras vidas. Colocarnos en relaciones de paz aprendiendo también a negociar con nosotras mismas.

Nos queda mucho camino por andar, pero vamos por la senda correcta. Afortunadamente cada vez hay más herramientas que nos llevan a empoderarnos y a tomar las riendas de nuestras vidas: El autoconocimiento, la autoconciencia, talleres de prevención, la educación igualitaria, la educación sexual…

Desde el feminismo se aboga por relaciones de igualdad, de respeto, de tolerancia pero para ello no sólo tenemos que concienciarnos nosotras, también debemos hacer partícipes del cambio a los hombres que están de nuestro lado, que están cambiando su mirada y caminando junto a nosotras. Sólo con su implicación el cambio será posible.

Si te interesa este contenido, ¡compártelo!