Campaña 8M «Incorporación de las mujeres al sistema productivo desde la IGM»

Por María Vaquero Gil – Equipo de trabajo del Observatorio de Violencia

Este artículo forma parte de la campaña de activismo que se va a llevar a cabo con motivo del día 8 de marzo, en el marco del proyecto “Banco de Buenas Prácticas para la prevención de la Violencia de Género y Educar en Igualdad, hacia un voluntariado 2.0 por el Buen Trato”, realizado con la financiación del I.R.P.F “OTROS FINES DE INTERÉS SOCIAL”.

Con motivo del pasado 8 de Marzo y las multitudinarias movilizaciones que ha habido en distintos países, en las que reivindicábamos, entre otras cuestiones, que si las mujeres paramos, se para el mundo, conviene reflexionar sobre los pasos que hemos ido dando las mujeres para incorporarnos al mercado de trabajo, y las dificultades con las que nos hemos encontrado.

Teniendo en cuenta que las mujeres llevamos trabajando a lo largo de la historia en todos los oficios imaginables, desgraciadamente no hemos obtenido el mismo reconocimiento y derechos que los varones en este ámbito.

Podemos ver cómo, a lo largo del siglo XVI y XVII, se nos ha ido apartando de diferentes sectores, oficios, o gremios por el mero hecho de ser mujeres, continuando esta tendencia en las épocas posteriores, en los que, a pesar de los cambios de la revolución industrial, las mujeres quedábamos relegadas cada vez más al ámbito doméstico y a las tareas de cuidados, pudiendo mantenerse en el mercado laboral mayormente las que permanecían solteras.

En este sentido, surge el sufragismo, a finales del siglo XVIII, como respuesta a esta situación de desplazamiento y discriminación a la mujer, y como reivindicación de los derechos de participación política, económica y social en condiciones de igualdad, entre ellos, el derecho al voto, entendiendo que al poder tener acceso a la esfera política, se podrían llevar a cabo reformas y cambios que les brindarían los derechos que les correspondían.

El sufragismo que se da en los países capitalistas en esta época es duramente reprimido, y sus propuestas no se tienen en cuenta desde las instituciones de poder a pesar de la lucha y presión constante, sin embargo, con la primer guerra mundial, la incorporación masiva de mujeres al mercado de trabajo, desempeñando los oficios que habrían ocupado los varones reclutados para la guerra, acelera este proceso. De forma excepcional tenemos el caso de los países nórdicos, en los que no hubo apenas sufragismo debido a la mentalidad progresista mayoritaria (Franco, G., 1983).

Con el final de la guerra, se volvió a desplazar a las mujeres de los puestos que habían estado desempeñando, sin embargo, el estado en el que retornaban muchos de estos hombres y la imposibilidad de volver a incorporarse a sus puestos permitió que no todas abandonasen estos oficios; la desigualdad, sin embargo, seguía siendo patente, aunque estaban demostrando que eran igualmente capaces de desempeñar los trabajos que se habían estado atribuyendo sistemáticamente a los varones sin tenerlas en cuenta.

Este sería uno de los puntos clave en la consecución de las reivindicaciones del movimiento sufragista, ya que paulatinamente se fue produciendo la concesión del derecho al voto a las mujeres, muchas veces con diversas trabas, hasta que se ha producido la evolución que nos lleva a los derechos que poseemos hoy en día, no solo en este sentido, si no en la participación plena en la esfera pública.

Aun con todo lo anterior, es importante reflexionar sobre cómo, a pesar del largo camino recorrido por nuestras antepasadas, en la actualidad se sigue reproduciendo la desigualdad y la discriminación en el ámbito laboral, aunque no solo en éste, si no que de alguna manera no termina de desaparecer esa división «público/privado», en la que a las mujeres se nos sigue responsabilizando de las tareas de cuidado y del hogar.

Debemos analizar por tanto, de qué manera se educa a los niños y a las niñas y de qué formas se les orienta para la vida laboral que van a llevar, sobre la segregación que más tarde se produce en cuanto a la elección del sector de empleo, así como la que se produce en las jerarquías dentro de un mismo organismo, la desigualdad en la retribución que perciben los hombres y las mujeres, y por último las diferencias en las pensiones, una continuación y resultado, entre otros, de la brecha salarial.

Es por ello que son, aún, tan necesarias las movilizaciones y reivindicaciones como las que vivimos el día 8 de Marzo, así como la huelga y el gran seguimiento que tuvo por parte de las mujeres, en las que volvemos a demostrar que si las mujeres paramos, se para el mundo, y que:

¡JUNTAS HACEMOS TEMBLAR LA TIERRA!

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