En la ciudad filipina de Quezon ser grosero con las mujeres está sancionado

El Ayuntamiento de Quezon City ha aprobado una ordenanza que sanciona el acoso callejero, ya sea físico o verbal, hacia las mujeres. El eslogan que usa Quezon para luchar contra esta situación de acoso callejero que sufren las mujeres a diario es “magastos mambastos”, que significa algo así como: portarse –o ser grosero, rudo, maleducado- sale caro. Detrás de esta pequeña rima existe todo un programa que busca penalizar a quienes molesten a las mujeres, pero no solo eso, sino que también busca concienciar tanto a ellas como a los hombres de que ciertos comportamientos tienes que ser eliminados de calles, mercados, transportes y demás lugares públicos, donde se suceden un goteo diario de comentarios, silbidos y tocamientos más o menos sutiles hacia las mujeres.

La iniciativa de ONU Mujeres Safe Cities se encuentra en una veintena de ciudades, tanto de países ricos como pobres, y pretende fomentar espacios urbanos donde las mujeres se encuentren seguras. El programa tiene un foco diferente según el lugar y la realidad local, adaptándose así a los problemas concretos de las zonas donde se implementa y al mismo tiempo tratando de sacar conclusiones que se puedas trasladar a otras. Es por esto que aunque este plan cuenta con el soporte de las Naciones Unidas y la financiación de distintas organizaciones, -entre las cuales se encuentra la Agencia Española de Cooperación en el caso de la ciudad de Quezon-, es fundamental la implicación de los ayuntamientos.

La responsable de esta iniciativa Safe Cities en Filipinas, Cookee Belen, reclama que “gritar algo a una mujer en función de su aspecto o su vestimenta en mitad de la calle no es un piropo; por su puesto, que te toquen el culo en el metro o en un jeepney [el transporte público más popular y característico de Filipinas: todoterrenos adaptados para albergar a una docena de pasajeros que hacen pequeñas rutas urbanas] tampoco”.

Desde hace unos años el alcalde de Quezon, Hebert M. Bautista, está convencido de la lucha por la igualdad en su país y esto le ha llevado a apoyar el trabajo con ONU Mujeres y después de menos de un año de trabajo conjunto, el consistorio ya había aprobado la norma que penaliza a los infractores con multas entre 1.000 y 5.000 pesos filipinos, que serían aproximadamente entre 20 y 100 euros. En Filipina el sueldo mínimo es de algo más de 200 euros, cifra que es más bien una aspiración que un punto de partida para la mayoría, por lo que efectivamente sale caro.

La campaña tiene un componente casi más simbólico que punitivo, pues tanto el alcalde como los promotores del proyecto saben que no es sencillo denunciar a alguien que grita o silba a una mujer por la calle y, por más que sea una agresión desagradable, son una minoría las que se van a tomar la molestia de identificarlo, recabar testigos y poner la correspondiente denuncia. Pero aun así, están contentos porque han conseguido generar un debate público en torno al tema. Respecto a esto, Bautista cuenta que “habrá que evaluar el resultado en un tiempo para medir si ha descendido el acoso en las calles, pero lo que ya sabemos es que hemos conseguido generar un debate público, todo el mundo habla sobre «magastos mambastos» e incluso hace bromas: muchos hombres exageran haciendo reverencias a las mujeres en signo de respeto para que no les denuncien”. La campaña ha generado miles de comentarios en las redes sociales, “lógicamente no todos son a favor, muchas personas han criticado la norma, pero es bueno que exista este debate”, continuó el alcalde.

ONU Mujeres hizo una encuestas antes de comenzar la implementación del plan y hará otra cuando pasen unos meses para saber si esa conversación y debate público traen sus frutos. En Quezon City tres quintas partes de las encuestadas había sufrido algún tipo de acoso; una séptima parte, al menos una vez por semana. De ellas, el 38% en sus peores versiones (tocamientos) y un 70% de forma verbal. Entre las jóvenes de entre 18 y 24 años, casi el 90% lo ha vivido alguna vez. También se preguntó a los hombres: tres de cada cinco admite este comportamiento y uno de cada siete reconoce que lo hace al menos una vez al día. Entre ellos no había diferencias significativas en las cifras según el nivel de estudios o la ocupación.

Gigile Saguran participa como consejera comunitaria en el asesoramiento de sus conciudadanos sobre la campaña y en la concienciación para que tanto ellas como ellos perciban el acoso callejero como un problema con soluciones. «Es muy común que te suceda, a casi todas mis amigas, incluida a mí, nos han acosado alguna vez por la calle. Pero te avergüenzas de ello. No quieres que las personas de tu alrededor se enteren y comiencen a hablar a tus espaldas, así que ni lo cuentas ni lo denuncias. Es un problema silenciado», relata.

Poco a poco la idea es extender esta campaña a los 142 barangays de Quezon, que son los niveles mínimos de organización municipal en Filipinas, algo así como un distrito, pero con sus propias elecciones , y que con el tiempo se convierta en un ejemplo para toda el área metropolitana de Manila. Pues como reflexiona Cookee Belen, «una mujer normalmente recorre para ir y volver a trabajar varias ciudades en transporte público. De poco sirve que estemos muy concienciados aquí si el acoso continúa a solo unos kilómetros». Ella aspira a que Quezon no sea solo un referente en su país, sino que se convierta en un ejemplo y modelo que se pueda trasladar también a otros.

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