Con motivo del día 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, Fundación Mujeres lanza la campaña de activismo que pretende dar visibilidad a las violencias más sutiles e invisibles que se encuentran #BajoLaSuperficieFM del Iceberg.
¿Por qué hablamos de sexismo en el lenguaje como forma de violencia? El ejercicio de un lenguaje sexista y excluyente reproduce violencias al invisiblizar a las mujeres del discurso, además de reproducir estereotipos nocivos de género. ¿Dónde identificamos estas manifestaciones sexistas? Pueden dividirse en dos operaciones principales: la exclusión y la degradación.
La exclusión
La exclusión se refiera a aquellos usos del lenguaje que excluyen a las mujeres del discurso y en consecuencia invisibilizan su existencia. El mejor ejemplo es el uso del masculino como falso universal, ya que no incluye a las mujeres. Hablar de “todos” cuando no se habla sólo de hombres, de la “historia del hombre” para referirse a la historia de la humanidad, son sólo algunos ejemplos. De esta manera se construye un universo discursivo en donde asumimos que las mujeres pueden estar incluidas o no, pero es una historia y un relato del cual parecieran subsidiarias.
La degradación
Por otra parte, cuando se habla de degradación, tiene que ver con los usos que desvalorizan todo aquello considerado como “femenino” o relativo a las mujeres, y donde además son ubicadas como subalternas o inferiores a los varones. Ello puede verse manifestado en el uso que la lengua castellana realiza de ciertas palabras que no tienen el mismo significado si se refieren a hombres o a mujeres, y también los vacíos léxicos. Por lo general, el concepto asociado a lo femenino es el que tiene una carga degradante, y muchas veces una demarcación moral en torno a la sexualidad de las mujeres. Podemos pensar en el ejemplo de zorro/zorra, hombre público/mujer pública, bruja/brujo, perro/perra, y sus dobles significados degradantes en el caso femenino.
También en el caso de los roles y profesiones, gobernante/gobernanta, asistente/asistenta, secretario/secretaria donde su dual femenino suele ser un menor cargo. Si bien el uso de las palabras tiene que ver con el proceso histórico donde las mujeres fueron adquiriendo derechos y acceso a estudios y profesiones en igualdad a los hombres, existe una resistencia a feminizar cargos. Por ejemplo, seguir diciendo la médico, y no la médica aunque sea una mujer quien detenta la profesión. Mientras tanto, cuando son los hombres quienes ingresan a un profesión feminizada, la misma transforma su nombre, por ejemplo el cambio de azafata a auxiliar de vuelo.
Asimismo, sucede que en muchas palabras el vocablo femenino está ocupado por otro significado precedente. Por ejemplo, músico/música o jardinero/jardinera. En la primera se entiende que nos referimos a la profesión, pero en el vocablo femenino pensaremos que no refiere a una profesión, sino a otro significado.
Por último, aún existen costumbres que supeditan a las mujeres y ponen el foco en lo que aún importa socialmente sobre ellas: su estado civil –en consecuencia su vida sexual-. Por ejemplo, la diferenciación entre señora o señorita, cuando los hombres no reciben un trato diferente por estar casados o solteros.
¿Cómo podemos contrarrestar estos usos sexistas?
Existen dos estrategias principales mediante un lenguaje con perspectiva de género, no sexista e incluyente:
- El desdoblamiento de palabras y artículos en género masculino y femenino:
- “los y las integrantes del equipo deberán…”
- “los jugadores y las jugadoras de la primera ronda son…”
- «todos y todas»
- Otras estrategias para evitar el masculino universal como falso genérico:
- Utilizar palabras genéricas reales: “todas las personas están invitadas a…” en lugar de “todos están invitados…”.
- Utilizar sustantivos colectivos: «el funcionariado», en lugar de «los funcionarios».
- Evitar los artículos y utilizar palabras determinantes (cada, quien, quienes): “quienes lleguen tarde tendrán una sanción” en lugar de “los que lleguen tarde serán sancionados”.
- Utilizar construcciones: “el equipo de ventas” en lugar de “los vendedores”.
En conclusión, es necesario comprender que a través del discurso también construimos el mundo en el que vivimos, y es por eso que un lenguaje no sexista e inclusivo nos permite crear un mundo sin violencias.
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Este artículo forma parte de la campaña de activismo que se lleva a cabo con motivo del día 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, en el marco del “Programa para Educar en Igualdad y Prevenir la Violencia de Género. Hacia un voluntariado por el Buen Trato” de Fundación Mujeres, con la financiación del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 a través de las Subvenciones del 0,7 a actividades de interés social.