Este artículo forma parte de la campaña de activismo que se lleva a cabo con motivo del día 28 de mayo, Día Internacional de la Acción por la Salud de las Mujeres, en el marco del “Programa para Educar en Igualdad y Prevenir la Violencia de Género. Hacia un voluntariado por el Buen Trato” de Fundación Mujeres, con la financiación del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 a través de las Subvenciones del 0,7 a actividades de interés social.
Por Irene Macías Gallego – Voluntaria de Fundación Mujeres
La medicina tradicional ha dejado de lado al cuerpo de la mitad de la población. El primer sesgo de género es no incluir mujeres en los trabajos de investigación o no diferenciar por sexos los resultados. La ciencia obvia a la mitad de la población.
Las mujeres son más frecuentemente diagnosticadas de ansiedad y depresión que los hombres, sin que ello responda a una peor salud mental. Además ante un mismo diagnóstico se prescriben más frecuentemente psicofármacos. Por otro lado, se nos sigue medicalizando como si fuéramos hombres, sin atender a los problemas y enfermedades específicas de la mujer.
Esto responde a diversos factores. En los últimos años se ha producido una patologización de los malestares cotidianos. Esto se debe a una peor posición social, que se cataloga como patología mental, generando tratamiento innecesario.
A cualquier queja de las mujeres se nos trata con ansiolíticos, sin buscar qué motivos se esconden tras esos síntomas. Los antidepresivos funcionan, pero hay que hacer cambios en la vida y el trabajo: acabar con la brecha de género, los sueldos bajos y la precariedad.
Además, la mayor permisividad social a la tristeza de las mujeres y su mayor facilidad para expresar sus problemas psicológicos podría estar relacionado con una mayor tasa de diagnóstico. Por el contrario, los hombres suelen ser más reticentes a expresar sus sentimientos. Así mismo las escalas de valoración que se utilizan para dichas patologías podrían presentar sesgos de género, ya que suelen medir características de comportamiento catalogado como femenino pasando por alto síntomas afectivos que son más frecuentes en los hombres.
Por otro lado, el personal sanitario vive en una sociedad patriarcal, y está influido por estereotipos de género y distintas definiciones de la masculinidad y la feminidad. Las mujeres frecuentan más los servicios de salud, ya sea por una mayor carga de cuidados como por su ciclo vital, lo cual facilita el diagnóstico y tratamiento de estas patologías.
Por último, no se debe analizar a las mujeres como grupo homogéneo. Además del género, existen otro ejes de estratificación, como la clase social o la edad, que interseccionan e influyen en la sobre-medicalización. Los resultados de diversas investigaciones demuestran que a un menor nivel educativo, a una clase social más baja o a más edad, sufren con mayor intensidad la medicalización de su salud mental.
¿Qué se puede hacer?
Debido a que las causas de la medicalización de la salud mental de las mujeres son diversas, es necesario actuar a distintos niveles. A nivel político, realizar intervenciones para reducir la brecha de género en distintos ámbitos sociales y en salud mental. Por otro lado, la formación de los y las profesionales sanitarios/as, con la que alejándose del modelo androcéntrico, dejando de tomar como referencia el hombres y extrapolando los resultados a la mujer.
A nivel asistencial, incorporar la perspectiva de género en el abordaje del malestar emocional y romper los estereotipos de género en las categorías de diagnóstico.
Desde Fundación Mujeres, este #28M, reivindicamos incorporar un modelo biopsicosocial y una visión global de la persona en la atención, asistencia e intervención. Por un abordaje más justo y menos medicalizado de la salud mental en mujeres.
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