El caso de la violación en grupo (33 hombres) a una menor en Brasil, ha reabierto el debate sobre la cultura de la violación que se vive en el país.
El vídeo, que ya está en manos de la policía, muestra a la menor inconsciente, desnuda, con los genitales ensangrentados y con un hombre afirmando que “por ese túnel pasaron treinta” o “treinta la hemos embarazado”, parece no ser suficiente prueba para entender que esa chica ha sido violada. La palabra de la víctima, quien asegura haber sido víctima de una violación, tampoco ha sido tomada suficientemente en cuenta. Para el comisario Alessandro Thiers, encargado de la Comisaría de Represión de Delitos Informáticos (DRCI), entiende que ambas pruebas no lo son para pedir un mandato de prisión. Según dijo el pasado viernes al diario Folha de Sao Paulo, “la policía solo va a pedir algún tipo de prisión si se demuestra la existencia del delito y si hay necesidad”. Es difícil de creer.
Las reacciones no se hicieron esperar. La abogada de la víctima Eloisa Samy, también activista de derechos humanos, solicitó que Thiers abandonara el caso, amparándose también en la forma en la que el comisario llevó a cabo los interrogatorios, según califica Samy, “por conducta inapropiada”. Critica que la misma policía brasileña que detiene sin pruebas en cualquier otro tipo de delito haya actuado así en este caso, ya que según denuncia, “en el caso de una violación bastaría con la palabra de la víctima”.
La periodista verónica Goyzueta publicaba en su cuenta de Facebook el siguiente mensaje: “La policía de Rio que dispara al sospechoso en cuanto pone su mano en el bolsillo, que mata a niños en las puertas de sus casas porque los confunde con traficantes, que ametralla a jóvenes en su coche cuando vuelven de una fiesta, ahora duda de una violación vista y compartida por todo el mundo. Debo ser muy burra pero no lo entiendo”.
Otro periodista, Luis Nassiff, también se unía a la crítica en redes sociales y se preguntaba “Quiénes son estos policías que no pegan un tiro antes de preguntar. Parece que en este caso la Policía brasileña se preocupa por cumplir la ley”.
Diferentes responsables policiales han dicho que no habrá constancia de la violación hasta que no se examine el cuerpo del delito.
NATURALIZACIÓN DE LA CULTURA DE LA VIOLACIÓN
Según Heloisa Buarque de Almeida, todo ello es consecuencia de lo naturalizada que está la cultura de la violación, en donde se da por hecho que el hombre es un ser incapaz de contenerse a sus impulsos sexuales. Los datos del Instituto de Pesquisa Económica Aplicada, evidencian que al menos el 58% de los brasileños considera que “si las mujeres se supieran comportar, se podrían evitar muchas violaciones”.
Los delegados de las comisarías hacen a las víctimas preguntas del tipo de cómo iban vestidas, si habían bebido o si era de noche. También si estaban seguras de no querer tener sexo con su violador. Según denuncia el periodista Nassif Buarque de Almeida “Los anuncios de publicidad, como las telenovelas o algunas canciones populares, forman parte de la producción cultural del país en el que se naturaliza la violacion y donde su víctima siempre es cuestionada”. Nassif vuelve a denunciar que “las delegaciones de policía tienen la tradición horrorosa de imputar la culpa sobre las víctimas de la violación”.
La consecuencia de todas estas prácticas es que el Poder Judicial deje libre al 99% de los acusados por violación. La coordinadora del Núcleo de Defensa de los Derechos de la Mujer de la Defensoría Pública de Sao Paulo, Ana Paula Meirelles Lewin, explicó que “si la víctima conoce al criminal las posibilidades de que su proceso judicial continúe caen drásticamente”. Dicen los datos del Ministerio de Salud que el 70% de las víctimas suelen ser menores de edad, quienes conocen a sus verdugos y que las violaciones se producen en sus propias casas o en las de sus familiares. La impunidad empuja a las mujeres víctimas de violación a no denunciar.
Este hecho se ve reflejado en el Anuario del Forum Brasileño de Seguridad Pública, donde se constata que al menos 50.000 mujeres son violadas al año en el país. Supone una violación cada 11 minutos. Considerando que se estima que las violaciones denunciadas solo suponen el 10% de las violaciones ocurridas en Brasil, cabe pensar que al año son medio millón las mujeres violadas.
LA VIOLACIÓN COMO ARMA POLÍTICA
El mismo día en el que se conocía la violación, el nuevo Ministro de Educación del gabinete interino de Michel Tener (único gabinete post-dictatorial que no incluye a ninguna mujer, y quien ha eliminado la Secretaría de la Mujer), recibía en su despacho al actor porno Alexandre Frota. Esta estrella del porno, narró en directo en un programa cómo habría violado a una mujer a la que había dejado inconsciente. Esta afirmación, lejos de crear repulsa y condena en el público presente, fue aplaudida. Y aunque después fuera recibida con indignación en buena parte la población, no fue causa de investigación policial alguna.
La antropóloga Rosana Pinheiro-Machado decía que “la visita de Frota no es para hacer bromas, debería servir para denunciar la cultura de violación que hay en el país. Estos lapsus y olvidos sobre la figura de este tipo legitiman una cultura en la que treinta hombres creen divertido violar a una chica”. El actor acudió para ofrecer propuestas que ayudasen a “revolucionar” la educación y “evitar que los comunistas sigan adoctrinando a niños”.
Esta visita ha llegado en la misma semana en la que la Cámara de los Diputados ha aprobado un proyecto para criminalizar el aborto, incluso en los casos de violación, siendo esta una de las pocas excepciones que la legislación brasileña recogía hasta la fecha.
Todos estos hechos ponen de manifiesto la cultura de la violación que se vive en este país y cómo abarca todas las esferas políticas. Hace dos años Jair Bolsonaro, diputado más votado en Rio de Janeiro en 2014, le dijo a la Ministra Maria do Rosario que “no la violaba porque no lo merecía”. El alcalde de esa misma ciudad, Eduardo Paes, tiene como su sustituto para las próximas elecciones de septiembre a Pedro Paulo Carvalho, quien está acusado de maltratar a su ex mujer.
Cabe recordar que el año pasado se elaboraron una serie de adhesivos para ponerlos alrededor de la tapa del depósito de combustible de los coches, en donde aparecía Dilma Rousseff con las piernas abiertas. Así, cuando se cargaba el depósito, se simulaba penetrar a la Presidenta.
Vemos que ha sido factible utilizar la violación como instrumento de oposición y protesta.
CRIMINALIZACIÓN DE LA VÍCTIMA
Los medios de comunicación fueron los primeros en sacar a la luz todo tipo de clichés acerca del ataque sufrido por la joven. Los diferentes rumores acerca de la violación en masa han venido a decir que la víctima estaba relacionada con el tráfico de drogas, que iba a muchas fiestas funk, que bebía o que se acostaba con muchos hombres. El hecho de que los medios de comunicación fueran los primeros en hacer todas estas asociaciones, ha provocado que en la sociedad se hayan extendido todo tipo de historias y relatos.
Ante estas insinuaciones, se han podido leer muchos comentarios de protesta en las redes sociales. Clara Averbruck, por ejemplo, escribia en su cuenta de Facebook que “cuando fui violada por tres hombres a los 13 años, no había bailes funk, no vivía en una favela, ni usaba pantalón corto. Si la culpa de las violaciones tuviesen que ver con el funk no sucederían también en las facultades de Medicina de las universidades nobles del país. (…)El problema es enorme, estrucutural y cultural, independientemente de la clase social o poder adquisitivo, está en todos los lugares”.
MUCHA MEDIATIZACIÓN
El despliegue policial operado la noche del sábado, con al menos 70 policÍas en actuación, ha sido calificada por las asociaciones de derechos humanos como exclusivamente mediático. Acabó con tiros, sin heridos y ningún detenido.
A lo largo del fin de semana, la policía interrogó a tres sospechosos, reconociendo todos ellos haber estado con la víctima. Dos de ellos negaron haberla violado, mientras que el tercero declaró haber mantenido relaciones consentidas con la chica. Este último, joven de 20 años llamado Rai de Souza, salió de la comisaría con una sonrisa en la cara y los brazos en alto en señal de victoria.
NO ES UN HECHO AISLADO
Al norte del país, en Piauí, la semana pasada otra menor fue violada por cinco hombres. Cuatro de ellos fueron liberados por el Juez Eliomar Rios Ferreira, en base a “tener buenos antecedentes y no suponer ningún riesgo para la población”.
En Rio de Janeiro, los colectivos feministas pueden al menos celebrar que el policía Alessandro Thiers haya sido apartado del caso, tal y como solicitaba la abogada de la víctima. Este hecho ha avivado la esperanza de que realmente se busque a los culpables.
Para más información visita:
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Público: Brasil y la cultura de la violación