28 de mayo, Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres

Por Lorena González Náñez – Equipo de trabajo del Observatorio de Violencia

Hoy 28 de mayo es el Día Internacional por la Salud de las Mujeres, día que nació hace aproximadamente 30 años cuando un grupo de mujeres activistas denunciaban los problemas que afectan a la salud sexual y reproductiva de las mujeres y las niñas en todo el mundo.

Pero la desigualdad en el ámbito de la salud va más allá, cuando durante todo el siglo XX la Medicina se regía por principios androcentristas y, por ejemplo, hasta los años 90 estaba prohibida la participación de mujeres en ensayos clínicos.

Sabemos que muchos aspectos de la vida y del mundo son androcentristas, pero ¿qué pasa cuando en un tema tan delicado como es la salud, la medicina se ha «olvidado» de la mitad de la población? Los estudios clínicos se han llevado a cabo en el cuerpo de los hombres para definir qué es enfermedad y qué no para, posteriormente, aplicarlo al cuerpo de la mujer. Asimismo, los fármacos se han ensayado en población masculina y se han administrado por igual con el resto de la población, obviando que nuestros cuerpos funcionan y dan respuestas de manera diferente ante problemas metabólicos comunes. Parece, por tanto, que no existe una igualdad en la investigación y en el tratamiento de las enfermedades.

Estas diferencias fisiológicas, de sintomatología y de función metabólica hacen que sea incompatible que se produzca una adecuada medición sintomática y un correcto suministro de medicamentos ya que, por ejemplo, las mujeres tienen mayor resistencia a ciertos fármacos o psicotrópicos y tienen un 50% más de probabilidades de sufrir los efectos secundarios frente a los hombres.

Otra consecuencia más de nuestras diferencias sintomatológicas es cómo se manifiesta un infarto. Si preguntas a personas de tu alrededor cuáles son los síntomas de un infarto, te dirán que «presión en el pecho y dolor en el brazo izquierdo». Pues bien, resulta que las mujeres manifiestan unos síntomas diferentes, los cuales a menudo son diagnosticados como ansiedad y tratado con antidepresivos. Cuando una mujer está sufriendo un infarto, los síntomas más comunes son:  punzadas en el pecho (en lugar de fuerte presión), dolor abdominal, náuseas y dificultad respiratoria o fatiga. Síntomas que son, efectivamente, similares a los de un ataque de ansiedad que encaja con la visión que hay en la sociedad de las mujeres como histéricas y/o depresivas, haciendo que aproximadamente el 85% de los psicofármacos se prescriban para mujeres entendiendo que éstas psicomatizan otro tipo de problemas cuando, a lo mejor, en alguno de los casos lo que sucede es que está sufriendo un pre-infarto. Pero la mujer se va «silenciada» a casa con un antidepresivo debajo del brazo.

Esto produce que retrasos de diagnóstico de hasta 1 hora, siendo las posibilidades de morir en el primer infarto de un 50% en las mujeres frente a un 30% de los hombres, ya que solo el 15% de las mujeres están bien manejadas cuando presentan los síntomas mencionados, según el Observatorio de la Salud de la Mujer. La enfermedad cardiovascular, en el mundo occidental, es la primera causa de muerte en mujeres y, paradójicamente, se considera una «enfermedad de hombres». Por otro lado, las mujeres también acuden mucho más tarde a buscar ayuda, ya que se encuentran tan preocupadas por cuidar al resto de familia, que se olvidan de ellas mismas dejándose para el último lugar.

Las mujeres tienen más esperanza de vida, sin embargo, tienen muchos más años de enfermedad o cronicidad de la misma, empezando desde la menstruación a la menopausia. Cómo procesos naturales han pasado a ser considerados como enfermedades produciéndose, por tanto, una «medicalización de la vida». Esto provoca que todos los síntomas que presenta una mujer en determinada edad, se atribuya a la menopausia y, además, existe un bombardeo de síntomas mucho antes de que la menstruación se retire. Parece que la vida evolutiva de la mujer es un buen negocio de la Industria Farmacéutica y que la salud de las mujeres se reduce a embarazarse y tener hijos o hijas.

Vivimos en un mundo sexista que ha establecido unas diferencias entre las personas partiendo de nuestra diferencia sexual y biológica, diferencias que solo parecen importar para crear desigualdades en la sociedad y no para atender las diversidades que precisamente sí afectan de una manera o de otra en nuestra salud. Por tanto, la salud requiere de una mirada holística con perspectiva de género que evite que mujeres sean mal diagnosticadas con todas sus consecuencias y que permita que se investigue más sobre la salud de las mujeres, pudiendo así llevar a cabo campañas de prevención adecuadas que nos enseñen cómo cuidarnos en cada etapa de nuestra vida.

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