En la República Democrática del Congo tiene lugar una de las más grandes tragedias del mundo (3.5 millones de personas muertas desde 1998, 3.4 millones de personas desplazadas internamente, cientos de miles de personas refugiadas). Se trata del potencial centro político gravitacional de África central (50% de las montañas africanas, uno de los más grandes sistemas de ríos, que podría proveer de energía hidroeléctrica a todo el continente), con su latente recurso económico. Si el Congo prosperara, toda África se desarrollaría.
Desde 1998, un complejo entramado de guerrillas, milicias y fuerzas rebeldes —tanto locales como extranjeras— asolan el Este del Congo en permanente estado de conflicto interno. En la extensa frontera oriental que separa al país de Uganda, Ruanda y Burundi, opera cerca de una decena de grupos armados irregulares: guerrillas tutsi del temido M23, sus rivales hutu del Frente Democrático para la Liberación de Ruanda (FDLR), varias milicias locales, como los Mai-Mai y el Frente de Defensa del Congo (FDC); así como grupos armados burundeses y ugandeses, entre los que figura el Ejército de Resistencia del Señor, liderado por Joseph Kony, de reciente notoriedad por sus prácticas brutales y crímenes de guerra.
“Me refugié en un campamento de desplazados, donde fui violada por tres hombres armados”, dice. “El dolor físico y psicológico fue enorme. Estaba tan afligida que sentí que no podía cuidar a mis hijos después del ataque. Sentí que mi familia y la comunidad me habían abandonado totalmente” Gisèle
Al igual que miles de mujeres en la República Democrática del Congo, Gisèle es una superviviente de la violencia sexual que se ha convertido en un hecho habitual durante el conflicto civil de larga data que atraviesa el país. EL número de víctimas del Congo sobrepasa las 1.152 violaciones al día, es decir, que se producen en torno a 48 violaciones a la hora. El trato brutal que muchas mujeres congoleñas han recibido, y la aparente impunidad de los peores infractores se han convertido en un grave problema para el país. Con frecuencia las mujeres congoleñas sienten cierto miedo a denunciar la violencia sexual porque carecen de conocimientos acerca del sistema judicial, o no quieren ser objeto de estigma.
El Dr. Denis Mukwege, fundador del Hospital Panzi y cirujano ginecólogo, ha dedicado su vida a cambiar esa situación. El Dr. Mukwege ha visto, diariamente, los devastadores efectos de esta práctica cruel y cree que la comunidad internacional debe prohibir el uso de la violencia sexual como arma de guerra, declarando que no es diferente al uso de armas nucleares, químicas o biológicas. Ha proporcionado asistencia física, psicológica y legal a más de 50.000 mujeres de todas las edades.
Hoy, la República Democrática del Congo es tristemente conocida como la “capital mundial de la violación”.
Algunas de las pacientes del Dr. Mukwege deseaban también haber muerto.
“Cuidaba a una mujer que tenía 80 años y ella me preguntó, ‘¿por qué simplemente no me
dejó morir?’”, recuerda Mukwege. Y dijo, “imagina que fuiste violada frente a
tu familia, tus hijos, tu comunidad, ¿cómo puedes recuperarte de eso?’”
El Dr. Denis Mukwege es finalista del Aurora Prize for Awakening Humanity 2017 convirtiendo a las víctimas de la violencia sexual en defensoras de la Paz.