Este artículo forma parte de la campaña de activismo #30J de Fundación Mujeres con motivo de la conmemoración del Día Mundial contra la Trata de Personas.
La trata de personas constituye una de las manifestaciones delictivas más preocupantes de la actualidad, ya que violenta los derechos humanos de las personas y degrada su dignidad. Expone a sus víctimas a situaciones de explotación sexual, laboral, extracción de órganos, servidumbre doméstica, mendicidad, entre otras.
De acuerdo al Informe Global sobre Trata de Personas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) de 2020, en los últimos 15 años el número de víctimas detectadas ha aumentado, mientras que su perfil ha cambiado. El porcentaje de mujeres adultas entre las víctimas detectadas disminuyó de más del 70% a menos del 50% en 2018, mientras que el porcentaje de niñas y niños detectados ha aumentado de alrededor del 10% a más del 30%. En el mismo período, el porcentaje de hombres adultos casi se ha duplicado, pasando de alrededor del 10% al 20% en 2018.
No obstante, los datos evidencian que la trata de personas en el mundo sigue afectando principalmente a mujeres y niñas, las cuales representan un 65 % de las víctimas identificadas. Estas en su mayoría han sido objeto de trata con fines de explotación sexual y de contraer matrimonios forzados; mientras que los hombres y los niños han sido mayormente objeto de trata con fines de explotación laboral. De esta forma, el perfil de las víctimas difiere según la forma de explotación y responde indudablemente, entre otros factores, a razones de género.
La trata con fines de explotación sexual que sufren las mujeres y las niñas, además de la forma más característica y conocida de la trata, constituye una forma extrema de violencia por razón de género. Reproduce los patrones patriarcales de dominación y subordinación de las mujeres por los hombres, así como la concepción universalmente extendida de las mujeres como objetos sexuales, sin capacidad de decisión, autonomía y una clara manifestación de privación del pleno disfrute de su libertad sexual y sus derechos.
En cuanto a otras formas de la trata de personas, los patrones de género no dejan de intervenir. Por ejemplo, la trata con fines de explotación laboral segrega los perfiles de las víctimas de acuerdo a su género: los hombres y los niños son más explotados en los sectores agrícolas, la minería y la construcción; mientras que las mujeres son forzadas a realizar trabajos domésticos y de servidumbre y en el sector textil. Con ello se evidencia la clara reproducción de la división sexual del trabajo que forma parte de los preceptos y concepciones que marcan los procesos y fenómenos sociales, donde a los hombres se les atribuye la fuerza y a las mujeres las tareas de cuidados y del hogar, para el servicio de las demás personas.
En consonancia con la campaña por el Día Mundial contra la Trata de personas de 2021, impulsada por UNODC que centra su foco en las víctimas para destacar la importancia de escuchar sus voces y convertirlas en agentes clave de cambio para la lucha contra la trata, se hace imprescindible poner toda la atención desde un enfoque de derechos humanos, interseccional y feminista para tomar medidas adecuadas de apoyo y recuperación y evitar la revictimización y la estigmatización.
Para más información consulta los siguientes enlaces: