Por Silvia Soto Ruiz – Equipo de voluntariado del Observatorio de Violencia
«El feminismo me salvó la vida, me dejaron hablar, recibí apoyo y validación». Así resume la británica Fiona Broadfoot, fundadora del proyecto Build A Girl, cómo llegó a ser superviviente de la prostitución. Lo explicó en la Conferencia mundial celebrada el pasado 4 y 5 de febrero de 2019 con el título «Avances y retos de futuro en la lucha contra la trata y la explotación sexual de mujeres y niñas. La construcción del 5.2 Global Partnership» y que reunió en Madrid a expertas y supervivientes procedentes de todas las partes del mundo.
Organizado por la Coalición contra la Trata de Mujeres (CATW), que celebra su 30 aniversario, y por la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, el encuentro permitió exponer y conocer multitud de datos, informes, estudios y testimonios de supervivientes que detallan la realidad que hay detrás de la trata con fines de explotación sexual y de la prostitución. En líneas generales, tres ideas permanecían constantes durante las dos jornadas de la Conferencia:
- Hay que llamar a las cosas por su nombre. Se reclamó la necesidad de utilizar las palabras correctas para abordar estos fenómenos, rechazando los eufemismos que el lobby proxeneta lleva años intentando introducir en la sociedad para ocultar un lucrativo negocio basado, según dijo Mickey Meji, superviviente, directora de Embrace Dignity y fundadora de Kwanele, en «la violencia contra las mujeres más extrema que puede haber». En este sentido, Autumn Burris, de Survivors for Solutions, explicó, por ejemplo, que «no hay tal cosa como trabajo sexual, se llama prostitución». Tampoco se debe recurrir a otros eufemismos como industria y empresarios del sexo, clientes… Relacionado con la importancia de las palabras para llegar a entender la magnitud de esta realidad, Amelia Tiganus, superviviente en España e integrante de Feminicidio.net, identificó, por ejemplo, el prostíbulo con un campo de concentración.
- Las dos (más bien tres) caras de la misma moneda. Las ponentes señalaron la conexión existente entre la trata con fines de explotación sexual y la prostitución, así como con la pornografía. Entre otras, Tiganus afirmó que la trata no es un fin en sí mismo sino un medio para otros fines (como la prostitución) e Ingeborg Kraus, experta alemana, advirtió que los hombres «copian las cosas que ven en la pornografía sobre las mujeres prostituidas (y también sobre sus parejas)».
- El falso mito de la libre elección. Amelia Tiganus, señaló al sistema prostitucional (así como a sus tres integrantes, «el Estado, la mafia proxeneta y los puteros») que, en su objetivo de crear «putas felices», prepara el terreno para prostituir a mujeres en situación de vulnerabilidad, sea la que sea. De hecho, Tiganus, al relatar su propia experiencia personal, afirmó que de pequeña soñó con «ser médica o profesora y no puta».
Tal y como quedó reflejado en la Conferencia, tampoco se puede hablar de explotación sexual sin mencionar el Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niñas, que complementa la Convención de las Naciones contra la Delincuencia Organizada Transnacional, más conocido como el Protocolo de Palermo. En vigor desde 2003, esta importante herramienta internacional fue reivindicada para combatir la explotación sexual de mujeres porque, entre otras cuestiones, no criminaliza a las víctimas, determina que el (supuesto) consentimiento de las mismas es irrelevante y pone el foco en los traficantes, proxenetas y compradores de sexo.
Por otra parte, también se proporcionaron muchos datos y cifras que hacen ver la magnitud del problema a nivel internacional y también a nivel nacional. Según el Informe Global sobre la Trata de Personas (2018), realizado por la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito, el 72% de las víctimas de trata en general son mujeres y niñas; y el 94% de las víctimas de trata para fines de explotación sexual detectadas son mujeres y niñas. Por su parte, la ONU señala a España como el tercer país del mundo en demanda de prostitución. De hecho, Tiganus recordó que, desde 2010 y aunque no se catalogue como violencia de género, hay 44 casos documentados de mujeres prostituidas asesinadas en España.
Para arrojar luz, también se analizaron dos modelos antagónicos que abordan una realidad que la ponente Taina Bien-Aimé, directora ejecutiva de CATW, denomina directamente como «esclavitud moderna»: el modelo de Suecia y el de Alemania. Durante las dos jornadas de la Conferencia, se hizo referencia al 20 aniversario de la entrada en vigor de la ley sueca que prohíbe la compra de prostitución y que dio origen al denominado como modelo nórdico o abolicionista. Según reconoció Lars-Hjalmar Wide, embajador de Suecia en España, esta ley «ha cambiado la mentalidad del pueblo sueco». Además, esta legislación pionera en el mundo ha tenido «cero efectos negativos» en palabras de Per-Anders Sunesson, embajador especial para Erradicación de la Trata de Personas del Ministerio de Relaciones Exteriores de Suecia.
En contraposición, Kraus expuso la realidad de Alemania, país que legalizó la prostitución hace más de 15 años y que, según esta experta, ha supuesto «el infierno en la Tierra», advirtiendo, además, que «Alemania debe asumir una responsabilidad histórica por permitir esto» y afirmando categóricamente que este país «está en guerra contra las mujeres». También se comentó cómo otros muchos Estados y organismos internacionales, mediante una aparente «neutralidad», «indiferencia» o «alegalidad», se posicionan al lado del lobby proxeneta. En este sentido, tal y como advirtió Kraus en su exposición, las consecuencias de una y otra política pública, la del modelo sueco y la del modelo alemán, ya son conocidas para el resto de países y éstos ya pueden tomar decisiones basadas en la realidad de uno y otro. Además, según la fiscal Beatriz Sánchez Álvarez, ponente en la Conferencia, legalizar la prostitución no es dignificar a las mujeres, sino a los proxenetas y compradores, a quienes directamente identifica con la figura jurídica de cooperador necesario de un delito.
La sociedad también fue directamente interpelada. Se le pidió que «escuchara», «creyera» y «ayudase a la curación» a las víctimas y supervivientes porque, en palabras de Tiganus, «si nosotras tenemos el valor de contarlo, vosotros tenéis que tener el valor de mirarnos a la cara».
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