Por Sofía Marino – Equipo de voluntariado del Observatorio de Violencia
El pasado 19 de octubre se celebró en Estados Unidos “National Period Day” o en español, Día Nacional de la Menstruación. Este año fue la primera vez que en Estados Unidos se congregaron para manifestarse en contra de la pobreza menstrual y de los impuestos establecidos para los productos de higiene femenina que persisten en 35 de los 50 estados.
Pero, ¿qué es y qué implica la pobreza menstrual? La pobreza menstrual refiere la falta de acceso a los productos de higiene femenina. Por su parte, UNICEF ha definido la correcta implementación de higiene menstrual estableciendo que para ella se requiere el uso de material limpio para absorber o recolectar material menstrual y que pueda ser cambiado en tiempo y forma, de manera privada con acceso a jabón y agua para higienizar el cuerpo y lugares propicios para el desecho de los materiales utilizados. Es decir, que la pobreza menstrual es el término que engloba no sólo la falta de acceso a productos de higiene femenina, sino también, la dificultad de acceso a las instalaciones necesarias para higienizarse correctamente durante el período que dure su menstruación.
La eliminación de la pobreza menstrual a nivel mundial se ha transformado recientemente en una de las consignas destacadas del feminismo actual, pues las consecuencias no solo impactan en la salud, sino que afectan el desarrollo de las jóvenes y mujeres. Esta situación permitió visibilizar que varias jovénes de distintas partes del mundo pierden días de clase y, en algunos casos, abandonan por completo su educación una vez que comienzan a menstruar. La burla por parte de sus compañeros, las tradiciones y creencias culturales, la vergüenza y la falta de recursos son los factores principales que restringen el proceso formativo de estas jóvenes.
Una de las causas principales de la pobreza menstrual es la ya famosa tasa rosa, la cual deja en evidencia que, a nivel mundial, los productos de higiene femenina son considerados un lujo y no un bien necesario para garantizar la salud. El impuesto rosa manifiesta las inequidades y desventajas que, desde un punto de vista económico, vulneran mensualmente a las mujeres de distintos rangos sociales y es, a su vez, una forma de ejercer violencia estructural sobre las mismas, entendiendo la violencia estructural como un daño a la satisfacción de necesidades básicas para asegurar la supervivencia, el bienestar, la identidad o libertad de las personas. En España el impuesto aplicado a compresas y tampones es del 4%, en Argentina es del 21%, en Estados Unidos el impuesto va del 4% al 9% dependiendo del Estado.
No obstante, el problema real en torno a la menstruación no es únicamente el costo que se debe afrontar para garantizar su salud, sino que es un síntoma de un mal mayor: el estigma que existe en torno a la menstruación. La falta de educación y la desinformación ha promovido la vergüenza en torno a un proceso biológico natural a lo largo de la historia. En India, las mujeres deben dormir fuera de la casa durante su menstruación y en Nepal, a partir de su menstruación las jóvenes se consideran impuras. En los países de occidente, la vergüenza y estigma en torno a la menstruación sucede tomando la forma de las realidades culturales y sociales de cada país.
La percepción que existe a nivel mundial sobre este tema conlleva a desventajas económicas pero, también, tiene un impacto negativo en el desarrollo emocional de jóvenes y mujeres a lo largo del mundo. El misterio y secretismo que envuelve al estigma de la menstruación desempodera a las mujeres afectando los ámbitos sociales, laborales y educativos.
Por tanto, eliminar la tasa rosa, garantizar la distribución gratuita de suministros menstruales en escuelas, prisiones y lugares de trabajo, y la implementación de políticas públicas de saneamiento, deben ir acompañadas de un progreso educativo en el cual se eduque a las personas desmitificando y naturalizando un proceso biólogico que atraviesa al 50% de la población mundial. La educación es la mejor herramienta y el motor principal para erradicar cualquier forma de violencia, eliminar estereotipos y construir sociedades equitativas con igualdad de oportunidades.
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