«Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía. El violador eras tú. El violador eres tú. Son los pacos, los jueces, el Estado, el presidente» cantan al unísono cientos de mujeres en las calles de diferentes ciudades del mundo, en diferentes idiomas, pero en circunstancias similares.
La necesidad de exteriorizar la problemática que ahoga a millones de mujeres alrededor del planeta es cada día más fuerte y parece no tener fin. Al menos no hasta que la sociedad decida realmente escuchar.
En la última semana, el canto original de LATESIS volvió a incomodar a quienes no quieren ver, o aceptar, una realidad que no hace más que profundizar la desigualdad y el miedo. Hace falta poner un «stop» y las mujeres lo saben. Y saben acompañarse, y empatizar con aquellas que no conocen, pero que aún así se sienten cerca. La violencia machista las afecta a todas, en todos lados.
La ola que comenzó en Chile, se propagó primero hacia Argentina, para ir subiendo hasta Colombia o México. Pero no se quedó solo en Latinoamérica, España replicó el flashmob en la ciudad de Madrid. En París, Francia, sucedió lo mismo. Incluso llegó hasta el centro de Nueva Delhi, donde también replicaron al unísono y en hindi «¡el violador eres tú!». Allí, las mujeres dibujaron con tiza en el suelo círculos a su al rededor, donde destacaron consignas como «el futuro es femenino» o «derribemos el patriarcado». Asimismo, se está replicando en decenas de ciudades y países más (Estados Unidos, Cuba, Alemania, etc.).
Cada año en Francia unas 220 mil mujeres de entre 18 y 75 años son víctimas de violencia física o sexual. Mientras que en Argentina, un feminicidio es cometido cada 26 horas, dando como resultado un total de 290 mujeres muertas en manos de hombres en lo que va del 2019. En tanto que en la India, existe un promedio de 92 ataques sexuales diarios, aunque se piensa que los números son en realidad más elevados.
Ante este panorama, está claro que el enojo es inevitable. Y masivo. Sumando a esto los diferentes obstáculos con los que se encuentran las víctimas en el camino hacia la denuncia, hacen que todo el proceso sea demasiado duro como para callar.
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