Este artículo forma parte de la campaña de activismo que se lleva a cabo con motivo del día 28 de mayo, Día Internacional de la Acción por la Salud de las Mujeres, en el marco del “Programa para Educar en Igualdad y Prevenir la Violencia de Género. Hacia un voluntariado por el Buen Trato” de Fundación Mujeres, con la financiación del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 a través de las Subvenciones del 0,7 a actividades de interés social.
Por Tori Pollak – Voluntaria de Fundación Mujeres
El 28M es una efeméride internacional que da atención a los problemas de la salud de las mujeres. Desde que se conmemora hace 35 años, la salud de las mujeres ha mejorado, pero todavía hay muchos problemas que afectan a las mujeres en el campo médico.
Un problema estructural es la violencia obstétrica. Se refiere a prácticas, realizadas por profesionales de la salud a mujeres durante el parto, que por su acción u omisión son violentas o pueden ser recibidas como violentas. Estos actos no son apropiados o consensuados. Ejemplos de la violencia obstétrica incluye insultos verbales, episiotomías (una incisión que se hace en el perineo durante el parto) sin consentimiento, intervenciones dolorosas sin anestesia, o obligar a parir en una determinada posición. La violencia obstétrica puede ser verbal, física, o psicológica.
Parece un problema pequeño, pero la verdad es que más de la mitad de mujeres embarazadas en España sufren violencia obstétrica. Actualmente, 2 de cada 3 mujeres en España tienen experiencias de violencia obstétrica. En un estudio de “Women and Birth” realizado a 899 mujeres en 2019, se reportó que el 67,4% de las mujeres había sufrido violencia obstétrica. De las respuestas, 54,5% de las mujeres sufren de una forma física, 36,7% de una forma psicoafectiva, y 25,1% de una forma verbal.
Durante la pandemia de COVID-19, el problema de la violencia obstétrica aumentó. Según UNTREF (Universidad Nacional de Tres de Febrero) en Argentina, hubo muchas más cesáreas durante la cuarentena. Esto es contradictorio porque las cesáreas tienen más riesgos que el parto natural. También, porque había restricciones, debido a la COVID-19, en el número de personas en el cuarto durante el parto, y también un límite en el contacto con los recién nacidos. Hay reglas de la OMS para prevenir la violencia obstétrica, pero según activistas feministas, no son suficientes, y muchas mujeres todavía sufren.
La violencia obstétrica es una discriminación de género. También, constituye una violación de los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres, y por eso, una violación de los derechos humanos. Para erradicar esta problemática, el sistema necesita un gran cambio. La violencia obstétrica es institucional y estructural; por eso, es importante que cambiemos el modelo obstétrico. Para empezar, la formación de especialistas en ginecología necesita un enfoque en género. Si hubiera más conocimiento sobre el embarazo, el parto, y mayor concienciación sobre la violencia obstétrica, tendríamos un sistema que cuida mejor de las mujeres.
Desde Fundación Mujeres rechazamos toda práctica de violencia obstétrica y defendemos el derecho de las mujeres a disfrutar de un embarazo y un parto seguros.
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