Por Concepción Torres (@ConcepTorres)
El objetivo de la Macroencuesta (con esta ya son cinco: 1999, 2002, 2006 y 2011) es radiografiar la realidad de una violencia que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo. Una violencia que en los últimos diez años – en España – ha costado la vida a más de 800 mujeres (este año las mujeres asesinadas son 22).
El pasado 30 de marzo el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad hacía público el avance de datos correspondientes a la Macroencuesta sobre violencia de género 2015. Un documento que – a buen seguro – ayudará a profundizar en este tipo de violencia que como ya he comentado ( aquí, aquí y aquí) difiere de cualquier otro tipo de violencia interpersonal. Y es que el objetivo de laMacroencuesta (con esta ya son cinco: 1999, 2002, 2006 y 2011) no ha sido (y no es) otro que radiografiar la realidad de una violencia que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo. Una violencia que en los últimos diez años – en España – ha costado la vida a más de 800 mujeres (este año las mujeres asesinadas son 22 – más 3 casos en estudio – según datos oficiales del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad) y que en 2004 consiguió unir al Parlamento español para aprobar por unanimidad la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.
Centrando el presente post en el análisis de los datos de la Macroencuesta de 2015, conviene aludir primeramente a las novedades que ésta introduce con respecto a las anteriores. Entre las más significativas cabe destacar que los datos se han obtenido de las entrevistas presenciales – antes era vía telefónica – de mujeres de 16 y más años residentes en España (sobre una muestra de 10.171 mujeres). Además, y a diferencia de otros años, se han diferenciado cinco bloques de preguntas atendiendo a tipos de violencia, en este caso, se ha distinguido entre: violencia psicológica de control, violencia psicológica emocional, violencia económica, violencia física y violencia sexual. Quizás, se echa en falta alguna referencia a la violencia institucional. Por otra parte, un aspecto no menor en este tipo de violencia, ha sido la pregunta de ‘control’ introducida para intentar detectar situaciones de violencia no reveladas tratando de conocer si las mujeres entrevistadas han sentido miedo – alguna vez – de su pareja actual o de parejas anteriores.
Entrando en el examen de las cifras que arroja la Macroencuesta cabe comentar algunos aspectos resaltados por los medios de comunicación y por la propia nota de prensa del Ministerio. Y es que se habla de que un 77,6% de las mujeres maltratadas ha conseguido abandonar la violencia de género lo que supone un incremento en cinco puntos con respecto a los datos de la encuesta anterior en donde el porcentaje se situaba en un 72,5%. Sin duda, éste es un buen dato. Ahora bien, ¿qué significa que un 77,6% de mujeres haya conseguido abandonar la violencia de género teniendo en cuenta que este tipo de violencia es una violencia extendida y continuada? Fijaos que tanto en la encuesta de 2015 como en la de 2011 se calcula este porcentaje hallando la diferencia entre las mujeres que manifestaron haber sufrido violencia de género alguna vez en su vida y las que afirmaron no haberlo sufrido en el último año. En este punto conviene precisar que cuando se habla de violencia extendida se alude a que son otros los sujetos (relacionados con la mujer) los que también pueden ser destinatarios de este tipo de violencia (piénsese en las hijas e hijos) y cuando se habla de violencia continuada se pretende establecer una diferencia entre violencia (que es continuada en el tiempo) y agresión (que suele ser puntual). Otro dato significativo – relacionado con el anterior – y que supone una novedad en la encuesta de 2015 es el relativo a si la situación de violencia de género fue el motivo para acabar con la relación: el 67,4% afirmó que sí. ¡Ojo! Mi comentario – en este caso – busca significar que finalizar la relación no siempre garantiza la salida de la violencia aunque, eso sí, es un primer paso (considérese, por ejemplo, las situaciones de acoso, hostigamiento, amenazas, etc. que sufren muchas víctimas tras la separación y/o el divorcio).
Pero sigamos con el estudio de los datos. Según la Macroencuesta correspondiente a 2015 un 12,5% de mujeres residentes en España de 16 o más años ha sufrido violencia física y/o violencia sexual de su pareja o ex pareja en algún momento de su vida. Comparando este porcentaje con su correlativo de 2011 se observa un incremento. Pero vayamos a los datos absolutos. Y es que si en España hay actualmente 20.358.827 mujeres mayores de 15 años (según los datos del padrón municipal correspondientes a 2014), más de dos millones y medio han sufrido violencia física y/o sexual alguna vez en la vida por parte de su pareja o ex pareja. Se ha comentado que esta cifra es inferior a la media europea en donde el porcentaje asciende al 22%. No obstante, una de las hipótesis de estudio no es que el índice de violencia física y/o sexual en España sea más bajo sino que la percepción del mismo por parte de muchas mujeres es menor. Sin duda, este aspecto tiene mucho que ver con el deficiente desarrollo de políticas de sensibilización.
Con respecto a los otros tipos de violencia, a saber: psicológica de control, psicológica emocional y económica, los porcentajes serían los siguientes: un 25,4% de mujeres ha sufrido violencia psicológica de control alguna vez en la vida, un 21,9% ha sufrido violencia psicológica emocional y un 10,8% ha sufrido violencia económica. En el último año los porcentajes serían los siguientes: 9,2%, 7,9% y 2,5%, respectivamente para cada tipo de violencia.
Trasladando estos porcentajes a datos absolutos las cifras son demoledoras y es que estamos hablando de que en España en los últimos 12 meses más de un millón y medio de mujeres ha sufrido violencia psicológica de control y psicológica emocional y más de medio millón de mujeres ha sufrido violencia económica.
Ahora bien, ¿cuáles son los datos sobre el ‘miedo’? Sin duda resultan muy significativos. Y es que el 13% de las mujeres residentes en España ha sentido miedo en algún momento de su vida de su pareja o ex pareja. Con respecto al miedo de la pareja actual, un 2,9% de las mujeres residentes en España de 16 o más años ha sentido miedo en algún momento de la relación. Trasladado a datos absolutos esto implica que más de dos millones y medio de mujeres han sentido miedo en algún momento de su vida de su pareja o ex pareja y más de medio millón de mujeres han sentido miedo de su pareja actual en algún momento de la relación. Nótese que por miedo entendemos una alteración del ánimo que produce angustia ante un peligro o amenaza del mismo, que suele paralizar y, normalmente, da lugar a que se desarrollen mecanismos de alerta por parte de la persona que lo sufre. Por tanto, con una importante incidencia en la salud física y psíquica de la persona afectada (piénsese, por ejemplo, en el Síndrome de Indefensión Aprendida, Síndrome de Estocolmo, etc).
En lo que atañe a los datos sobre denuncias, asistencia a servicios de atención a las víctimas y personas del entorno de la misma, ¿qué lectura cabe realizar? Con respecto a las denuncias, en el 26,8% de los casos las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad han tenido conocimiento. De este porcentaje, en el 78% de los casos fue la propia víctima la que denunció su situación mientras que en un 20,1% fue una tercera persona la que lo hizo.
Ahora bien, centrando la atención en los motivos por los cuales las mujeres que sufren violencia no lo denuncian cabe destacar tres, principalmente: no conceder suficiente importancia a la violencia de género sufrida (44,6%), miedo (26,56%) y vergüenza (21,08%). Fijaos que el ‘miedo’ aparece de nuevo, en este caso, como mecanismo que ‘paraliza’ a la víctima para denunciar su situación y, por ende, articular mecanismos para salir de la misma. Pero hay otros motivos aunque con una incidencia menor, tales como: carecer de recursos económicos propios (10,36%), auto-inculpación (9,22%), dependencia emocional (9,05%), miedo a perder a los hijos/as (8,36%), temor a que se cuestione su credibilidad (8,23%) y, no menos importante, no querer que su pareja o ex pareja fuera arrestada (7,39%) o no querer que sus hijos/as perdiesen a su padre (6,79%). Por último, aunque con un porcentaje mucho menor, otro motivo para no denunciar es por disuasión por parte de la propia pareja o de un tercero (3,92%).
Relacionado con la denuncia un dato significativo y sobre el que prestar atención es el relativo al porcentaje de mujeres que denunciaron su situación de violencia y a pesar de ello continuaron con la relación (27,5%). Un dato no menor que pone de manifiesto las particularidades de este tipo de violencia y las múltiples dependencias comentadas en otros posts. Junto a este dato otro especialmente importante es el de la retirada de las denuncias (20,9%) que – como ya se ha comentado – si bien estamos ante delitos públicos perseguibles de oficio si que es cierto que la no persistencia en la incriminación condicionará el resultado final del procedimiento. En cuanto a los motivos aducidos para la retirada de las denuncias cabe destacar: la promesa por parte del agresor de que los hechos no se iban a producir más (29,35%), la esperanza de cambio en la conducta del agresor por parte de la víctima (28,66%), el miedo (28,59%), ser el padre de sus hijos/as (24,86%), sentimiento de pena hacia el agresor por parte de la víctima (23,95%), amenazas (20,82%), carecer de recursos económicos propios (12,82%), etc. De nuevo el miedo aparece también aquí como motivo por el cual muchas mujeres renuncian a seguir con el procedimiento tras la denuncia. Y tras el miedo el resto de justificaciones están muy relacionadas con la fuerte influencia de nuestra forma de socialización patriarcal en el ámbito afectivo/sentimental (téngase en cuenta el rol de esposa, madre y cuidadora que desde él se extrapola).
En cuanto a la asistencia social integral, un 45% de las mujeres que ha sufrido violencia de género ha acudido a algún servicio de ayuda médica, social o legal: 29,22% asistencia psicológica o psiquiátrica; 22,36% médico/a o centro de salud; 15,97% asistencia legal; 13,13 servicios sociales; y, 3,95% teléfono 016.
Al hilo de la asistencia social integral, no todas las mujeres que sufren violencia de género han solicitado servicios de ayuda. Los motivos que aducen son: no conceder suficiente importancia a la violencia de género sufrida (50,03%), vergüenza (16,37%) y miedo (14,56%). Y ¿cuáles son las reflexiones críticas ante estos datos? De nuevo las críticas deben focalizarse en el deficiente desarrollo de políticas de sensibilización y detección así como en las escasas políticas destinadas al ámbito de la educación e información.
Llegados a este punto cabe aludir breve pero críticamente a esa ausencia de un bloque específico de preguntas relacionadas con la ‘violencia institucional’ de género. Máxime si lo que se trata es de radiografiar la realidad de este tipo de violencia. Y es que téngase en cuenta que la Macroencuesta arroja datos nada despreciables sobre víctimas que renuncian al procedimiento, víctimas que temen que se dude sobre su credibilidad o de víctimas que tienen miedo a perder a sus hijas e hijos, por poner solo algunos ejemplos. Sin duda esto induce a pensar en una cierta desconfianza institucional por parte de las víctimas. Algo muy grave si se conceptúa la violencia de género como forma de discriminación. Y es que desde esta óptica conceptual las obligaciones (y responsabilidades) estatales no se pueden ni se deben obviar.