En países como Perú, Sudáfrica, Zimbabwe, India o Ecuador muchas mujeres lesbianas sufren las llamadas violaciones correctivas, agresiones individuales o grupales que en algunos casos se ejecutan de manera repetida si la mujer no accede a «curarse» a la primera y acepta públicamente su heterosexualidad. Lamentablemente, en la mayoría de los casos, son los propios familiares los que ejercen o mandan ejecutar dichas agresiones, lo que dificulta aún más la posibilidad de denuncia de las víctimas. Por ejemplo, según datos de Promsex en Lima, solo el 5% de los casos de violaciones a mujeres en Perú son denunciados, de los cuales se desconoce cuántos son castigos correctivos.
Amenazas como: “te voy a mandar violar para que te hagas mujercita” o “probar un buen varón, la enderezaría», son las que muchas mujeres han sufrido y siguen sufriendo a día de hoy sin unas Instituciones que las respalden y les aseguren protección. Por un lado, está el caso de Perú donde ni siquiera existe una política nacional contra la discriminación por la orientación sexual y la discriminación de género y no tienen tipificados los crímenes de odio por orientación sexual. Por otro lado, existe el caso de Sudáfrica, que cuenta con una de las constituciones más progresistas del continente; el único estado que permite el matrimonio entre parejas del mismo sexo -desde 2006-, y uno de los pocos en aprobar una ley de equidad homosexual en el trabajo, y donde, sin embargo cada semana, más de 10 mujeres bisexuales o lesbianas son violadas en Ciudad del Cabo para curar su homosexualidad.
Todo ello, junto con el hecho de que actualmente más de 70 países en el mundo tengan leyes que criminalizan las relaciones consensuales entre personas del mismo sexo, demuestra no sólo que muchos Estados dan la espalda a esta problemática, incumpliendo con su obligación de proteger de la violencia a un sector de la población, si no que son ellos mismos los que aplican dicha violencia como medida “correctiva”.
Es evidente que aún queda mucho camino por recorrer en la lucha contra la discriminación hacia las mujeres y el colectivo LGTB y la transformación de una sociedad heteropatriarcal que comete crímenes de odio en forma de agresiones sexuales bajo la premisa de considerar la homosexualidad como “una enfermedad que hay que curar”.