La violencia sexual en los conflictos armados ha sido invisibilizada e ignorada a lo largo de la historia. Los conflictos armados en la región de los Balcanes y el genocidio de Rwanda (finales del siglo XX) permitieron que esta violencia tuviera repercusión y atención pública, a pesar de que se haya documentado con anterioridad en conflictos armados sucedidos en la historia. Desde hace unos años, la comunidad internacional muestra mayor preocupación por este tipo de violencia, que se da en la mayoría de los conflictos armados existente, motivo por el que comienzan a tomarse medidas preventivas y reparadoras.
A través de la resolución 69/293, la Asamblea General de Naciones Unidas estableció el 19 de junio como el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos. Este día está dirigido, sobre todo, hacia las agresiones sexuales a las que se enfrentan mujeres y niñas cotidianamente tanto en el período de tiempo en el que se ejecuta un conflicto armado, como en todo el proceso posterior de resolución de éste. Esta violencia se extiende en el tiempo dado que las mujeres y sus cuerpos son utilizadas como arma de guerra a través del ensañamiento generalizado y sistemático sobre su persona.
La mujer se convierte, pues, en víctima específica de los conflictos armados porque se extrapola la conceptualización social de objeto por el papel que desempeña la mujer cotidianamente. Esta imagen, frecuente en todas las sociedades, parte de la separación de roles en relación al sexo de la persona. En el caso de la mujer, los roles relacionados a su sexo son los del trabajo reproductivo, lo que se puede sintetizar en la procreación y el cuidado del núcleo familiar. Este tipo de actividades supone que, la figura de la mujer, sea relacionada como símbolo de orgullo nacional al encargarse de la no desaparición del pueblo por ser: la continuadora del grupo cultural a través de la concepción y la transmisora de la tradición a través de la educación de los hijos y las hijas.
Todas estas cuestiones implican una separación de la persona de su cuerpo. Por ello pierde su individualidad o su concepción como individuo para ser objeto social con unos fines muy concretos, cuya propiedad pertenece al hombre (padre, hermano, marido o hijo) que tiene que garantizar la salvaguardia del cuerpo.
VINCULACIÓN CON EL CONFLICTO ARMADO
Durante el conflicto armado, cada vez que la mujer es agredida por los integrantes de las fuerzas armadas enemigas, se está intentado atacar a la integridad del pueblo al que pertenece la mujer. Esta estrategia busca debilitar al enemigo, minando la integridad moral de la comunidad y sirviendo de medio de disuasión o castigo contra las personas de la sociedad a la que se está atacando.
Las formas de agresión hacia las mujeres, en el conflicto, son múltiples y variadas. Una de las fórmulas más extendidas es la violación, cuyos fines últimos son: mancillar su grupo de pertenencia y embarazar a la mujer agredida para asegurar descendencia del grupo agresor en la sociedad agredida. Por ello, de las violaciones se desglosa una serie de delitos tipificados que van desde la esclavitud sexual a los matrimonios forzados pasando por la prostitución forzada.
Esta conceptualización y extrapolación al conflicto de la mujer como objeto, conlleva a que también se utilicen a las mujeres como forma de adquisición de capital para sufragar la guerra. La fórmula más extendida es la trata de personas, puesto que se compra-venden individuos con fines sexuales, reproductivos o explotación laboral.
VINCULACIÓN CON EL NÚCLEO FAMILIAR Y SOCIAL
Este tipo de agresiones tienen consecuencias en la vida cotidiana de las mujeres, puesto que la imagen que les es propia sufre un cambio radical. Mientras que antes eran símbolo de orgullo nacional, la violencia a la que han sido sometidos sus cuerpos supone una deshonra para el grupo. Esta ofensa provocará que sean expulsadas del núcleo familiar, dado que se intentará salvar la imagen familiar en la sociedad.
Estas marginaciones hacia la mujer suponen la expulsión de las mujeres de la casa, el alejamiento de las mujeres de sus hijos e hijas, la desvinculación de la mujer de sus tareas cotidianas, la matanza de mujeres tanto para evitar que sean mancilladas como para limpiar el nombre de la familia e incluso el suicidio de las propias mujeres para impedir que ejerzan violencias sobre ellas. La expulsión de la mujer de la comunidad y las tareas cotidianas empuja a la mujer a buscar otras fuentes económicas para asegurar su supervivencia, lo que, en la inmensa parte de los casos se traduce en prostitución o utilización de armas.
En algunos casos concretos, la situación que se desprende de los conflictos armados consiste en que se origina una crisis económica potente que afecta directamente a la sociedad en general y al núcleo familiar en particular. Por ello, se obliga a la mujer a ejercer trabajos que supongan una fuente alternativa de ingresos económicos, como la prostitución. Además, la acumulación de las vejaciones que sufren las mujeres por parte del enemigo, la crisis económica a la que se va a ver abocada la sociedad y las tensiones que se van a generar en el núcleo social y familiar, van a provocar que las agresiones violentas contra la mujer se incrementen.
Debido a la alarmante situación de la violencia sexual ejercida contra las mujeres en la mayoría de los conflictos armados actuales, desde Fundación Mujeres iniciamos una campaña de sensibilización y visibilización de esta problemática, que pretende concienciar a la población de las injusticias y vulneración de derechos a las que las mujeres se ven sometidas en todo el mundo. Iniciamos la campaña este lunes 19 de junio, conmemorando el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos. Entendemos que la acción no puede limitarse a un día puntual, por lo que, durante esta semana, hasta el viernes 23 de junio, se dará visibilidad desde distintas plataformas a agresiones y situaciones específicas del mundo.
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