En todo el mundo, las personas con discapacidad sufren barreras ambientales, actitudinales e institucionales que interactúan con otros factores como la edad, el género, el origen étnico, el nivel socioeconómico o la residencia urbano-rural. En el caso de las mujeres y de las niñas, su situación empeora ya que se enfrentan a una doble discriminación, en la que el género y la discapacidad interactúan y se refuerzan mutuamente.
En muchos casos, la discriminación comienza en la niñez, cuando las niñas permanecen confinadas en sus hogares y no son registradas legalmente por sus familias, lo cual les impide acceder a los servicios de salud, educación o diferentes servicios sociales.
Ya en la adolescencia, un gran porcentaje de mujeres con discapacidad no reciben información sobre planificación familiar o salud reproductiva. Este problema afecta principalmente a las personas con dificultades de comunicación como las mujeres con discapacidad mental / intelectual o con discapacidad auditiva, ya que en muchos casos no tienen acceso a material adaptado a sus necesidades. En ocasiones, las actitudes familiares hacia la discusión de la salud sexual también suponen otro obstáculo para promover unas salud sexual positiva.
El análisis de los estereotipos y de los mitos que contribuyen a este tipo de discriminación es clave para intentar solucionar el problema de raíz. Una de las creencias más extendidas en varios lugares de África es que las personas que tienen enfermedades como el VIH pueden curarse al tener relaciones sexuales con mujeres vírgenes. En este sentido, las mujeres jóvenes con discapacidad corren un mayor riesgo de ser violadas por personas infectadas, ya que a menudo se las considera asexuales y, por lo tanto, vírgenes.
La creencia de que las mujeres discapacitadas son asexuales va también acompañada de la errónea idea que las mujeres jóvenes no necesitan información sobre su salud y derechos sexuales y reproductivos, o que no sean capaces de tomar sus propias decisiones. La falta de educación sexual, y de información sobre la transmisión y prevención de enfermedades como el VIH, a menudo resultan en prácticas sexuales de alto riesgo.
Por otra parte, muchas mujeres y niñas discapacitadas sufren esterilizaciones forzadas con diversos fines como el cese de la menstruación o la prevención del embarazo. La mayor parte de las afectadas son mujeres o niñas con discapacidad intelectual u otro tipo de discapacidad severa.
Estas prácticas representan una clara violación de los derechos humanos y reproductivos. A pesar de que muchos países han ratificado la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, aún queda un largo camino por recorrer para hacer efectiva la realización plena de todos sus derechos.
Para más información consulta el siguiente enlace: