Por María Teresa García del Vello – Equipo de trabajo del Observatorio de Violencia
Este refrán ruso refleja el pensamiento de una considerable parte de la sociedad del país. Es citado por miembros de la policía cuando mujeres acuden a denunciar actos de maltrato físico. También, los miembros del sistema político ruso han apoyado este estilo de pensamientos tan conservador. Además, han justificado la despenalización de la violencia doméstica en Rusia, que se aprobó después de tres lecturas en febrero de 2017 con solo tres votos en contra, con el argumento de que la justicia no debe inmiscuirse en cuestiones de familia.
La penalización de la violencia doméstica en Rusia ha sido difícil de dirigir. De hecho, la reforma penal del 3 de julio de 2016 tuvo muchos opositores por la creencia de que el Estado no debe interferir en lo relacionado con la familia. La reforma del artículo 116 – Lesiones- del Código Penal Ruso (C.P.R.), del 3 de julio de 2016, introdujo la particularidad de considerar las lesiones cometidas por los parientes inmediatos* como lesiones sometidas al régimen penal, sin que fuese necesario que causaran trastorno en la salud o pérdida de la capacidad de trabajo (Art. 115 C.P.R.) ni que fueran cometidas por odio – político, ideológico, racial, étnico o religioso- o vandalismo.
Sin embargo, a través de la reforma de febrero de 2017, la protección de mujeres en situación de vulnerabilidad se complica. El régimen punitivo va a sufrir un cambio que lo sitúa de nuevo en la realidad previa a las anteriormente mencionadas reformas de 2016, quedando de nuevo en el plano de infracción administrativa (Art. 6.1.1. Código de Infracciones Administrativas Ruso). Además, la víctima será la encargada de demostrar la agresión física, mientras que antes era de oficio.
¿Qué supone el cambio jurídico?
El cambio agrava el estado de vulnerabilidad en el que se encuentran las víctimas. Al despenalizar la violencia doméstica se perpetúa el régimen de convivencia o proximidad entre la víctima y el agresor, es decir, el vínculo y el entorno en el cual se produce la situación de violencia no se rompen. Por ello, los daños psicológicos a los que se tendrá que enfrentar la víctima se incrementarán, y asimismo la reincidencia de abusos será más frecuente.
Uno de los argumentos utilizados para justificar este cambio es que no se quería tener encerrado a alguien “solo por un tortazo”, de hecho, uno de los movimientos más fuertes que querían la despenalización se llamaba “azote en el culo”. La realidad es que, cuando se habla de violencia doméstica, lo anecdótico es que, la agresión, se produzcan solo una vez. Por tal razón, resulta irrisorio que se contemple solo como infracción penal en caso de reincidencia dentro del plazo de un año después de la resolución administrativa.
Un país en el que las cifras oficiales de 2008 – no se han vuelto a publicar- marcaban que entre 12.000 y 14.000 mujeres morían al año en manos de sus parejas, y que cada cuarenta minutos se producía una agresión física por parte del hombre hacia la mujer. Es un país que necesita un cambio radical para garantizar la seguridad, por lo menos, de las mujeres que habitan en su territorio. Y, sin embargo, la respuesta de la Duma y del Presidente es avalar la situación de riesgo de las mujeres vulnerando el artículo 21 de la Constitución rusa, en el que se establece que “nadie puede ser sometido a tortura, violencia o cualquier otro trato o castigo violento o humillante de la dignidad personal”.
*Cónyuge; tanto padres como madres como hijas/os biológicas y adoptivas, hermanas/os, abuelas/os nietos/as, tutoras/es y personas que se encuentran en la afinidad con la persona que cometió el acto)