La gestación subrogada, permitida en unas partes del mundo y prohibida en otras, es objeto de controversia por los conflictos económicos, morales y sociales que implica, fundamentalmente por afectar a mujeres de poblaciones menos favorecidas, que se ven abocadas a prestarse a ser vehículo de la maternidad de los más privilegiados económicamente.
En España la gestación subrogada está prohibida y en la modificación de la ley del aborto que entró en vigor a principios del mes de marzo aparece entre las violencias en el ámbito de la salud sexual y reproductiva de la mujer.
"Tener hijos no es un derecho porque los hijos e hijas no son servicios o no son recursos que el Estado pueda proveer, son seres humanos y son sujetos de derecho." (Ana Trejo)
La maternidad subrogada es explotación reproductiva de mujeres, y por tanto explotación sexual, ya que se trata de una violencia que supone la mercantilización del cuerpo de la mujer, convertida en un medio para conseguir un fin.
De esta manera, se instrumentaliza su cuerpo, suponiendo una violación de sus derechos humanos, como el derecho de la salud materna; la autodeterminación sobre el propio cuerpo y derecho a la dignidad.
Aún vivimos en una sociedad desigual donde las mujeres se sitúan en la parte inferior de la jerarquía. El contexto social donde se está desarrollando esta práctica, es un contexto de feminización de la pobreza, de escalada del patriarcado, de un retroceso de los derechos humanos de las mujeres donde carecen de buena opciones para desarrollar sus proyectos vitales.
Asimismo, las campañas publicitarias de la industria del alquiler de vientres nos intentan vender esta práctica como algo noble en la que las mujeres gestantes ofrecen sus cuerpos de forma voluntaria. Nada más lejos de la realidad, la mayoría de los casos se da en países en vías de desarrollo, en donde no puede hablarse ni de altruismo ni de libertad. Las condiciones de necesidad, desigualdad y pobreza de las mujeres en estos lugares no les dan alternativas.
"Ellas no eligen. Elige la pobreza por ellas." (Rodrigo Montero)
En definitiva, el alquiler de vientres y compra de bebés se da en un contexto transnacional de desigualdad social y de género muy fuerte, en la que personas privilegiadas sacan provecho de la situación de pobreza de las mujeres para ver cumplidos sus deseos.
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