Este artículo forma parte de la campaña de activismo que se va a llevar a cabo con motivo del día 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y los 16 días de activismo de ONU Mujeres, en el marco del proyecto «Banco de Buenas Prácticas para la prevención de la Violencia de Género y Educar en Igualdad, hacia un voluntariado 2.0 por el Buen Trato«, gracias a la financiación del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, a través del IRPF “OTROS FINES DE INTERÉS SOCIAL”
El aumento de la violencia en parejas de jóvenes desde los 14 años debería ser una alarma social. Según datos cuantitativos arrojados hasta hoy, 43 adolescentes han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas desde que hay registros. Esto también indica que «la violencia empieza demasiado pronto», a la vez que nos obliga a reflexionar y a hacernos una pregunta: ¿por qué?
Ya previamente, Dña. Blanca Hernández Oliver, ex delegada del Gobierno para la Violencia de Género y letrada de las Cortes Generales, muy preocupada por los datos en una publicación de la Abogacía Española, cuestionó respecto a la violencia de género sobre las chicas más jóvenes, replanteándose cómo se puede explicar que esto esté pasando en un país con compromiso para la erradicación de la violencia contra las mujeres, y que quizás esté en aumento el grado y la intensidad de la violencia que sufren las jóvenes por parte de sus parejas. Después de un año sigue resultando incomprensible pero es una realidad innegable. En febrero, se nos advertía con algunos datos del Ministerio del Interior de que volvía a repuntar la violencia entre adolescentes.
De las investigaciones y estudios impulsados por la propia Delegación de Gobierno para la Violencia de Género y la Macroencuesta de violencia contra la mujer de 2015, se deducen características que es importante volver a precisar: primero, la violencia de género está muy presente en mujeres de 16 a 24 años. Segundo, el sexismo persiste entre los jóvenes. Tercero, la población joven percibe la desigualdad entre hombres y mujeres, menos que las personas adultas. Cuarto, las personas jóvenes no tienen conciencia del riesgo de las nuevas tecnologías, que también se usan como herramienta para ejercer violencia en forma de ciberacoso. Quinto, se normalizan las conductas menos extremas de maltrato, como el control o los insultos.
La violencia de control y la violencia psicológica
De las diferentes formas en que se materializa la violencia, la psicológica es la más frecuente entre los y las adolescentes. Hernández Oliver destaca el hecho de que «la violencia de control» está muy presente en las parejas jóvenes. Para entenderla mejor, nos remitimos a las directrices que revela Naciones Unidas sobre esta violencia, describiéndola como el comportamiento consistente, por ejemplo, en no permitir que la pareja estudie, controlar sus horarios, impedir que vea a sus amistades o a su familia, y decirle las cosas que puede o no puede hacer. Según las estadísticas, en las chicas de entre 16 y 17 años, el porcentaje del uso de esta violencia ha aumentado en un 42,6%.
Todos estos datos -que no son solo cuantitativos sino también cualitativos- están alertando sobre un nuevo problema que se tiene que enfrentar. Y es que no podemos continuar haciendo la vista gorda a lo que ya se ha venido denunciando permanentemente por profesionales, donde se describen patrones de comportamiento relevantes en y para las jóvenes, se ha venido creando y se les ha venido mostrando, por ejemplo, un estilo de película que no es el real (donde el malo siempre es el que triunfa); y el hecho que las redes sociales ejerzan dominio incontrolable en la violencia de pareja en adolescentes complica aún más la situación. Las jóvenes las ven como conductas normales, y no se percatan de que se mueven en un círculo de violencia que ya empieza a tomar forma y crear graves consecuencias. Esto es, se normaliza la violencia que sufren, porque culturalmente hay formas de violencia como los insultos, el control de horarios, revisión de contraseñas, entre otros; que las víctimas no consideran como tales y que los adolescentes que las practican desconocen que pueden constituir un delito. Sencillamente, se copian modelos heredados.
Por todo lo dicho, se está visibilizando una realidad y es que aunque a España se le vea como pionera en materia de Violencia de Género, en lo que respecta a jóvenes y adolescentes tiene una labor incipiente que necesita reforzar de manera urgente; el mensaje no ha llegado o no está llegando correctamente a los y las adolescentes. Se requieren más herramientas orientativas y estrategias de políticas públicas que puedan frenar de manera real tal situación. Mirar hacia otro lado tampoco es la solución, ahora más que nunca se hace imprescindible la sinergia de muchas fuerzas, siendo fundamental el papel que cumplen los padres y madres, como también la orientación del profesorado y, en general, de la comunidad educativa; quienes juegan un rol muy importante para combatir la violencia contra las mujeres jóvenes y adolescentes.
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