Este artículo forma parte de la campaña de activismo que se lleva a cabo con motivo del día 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, en el marco del proyecto “Banco de Buenas Prácticas para la prevención de la Violencia de Género y Educar en Igualdad, hacia un voluntariado 2.0 por el Buen Trato”, gracias a la financiación del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, a través del IRPF “OTROS FINES DE INTERÉS SOCIAL”.
Por Esther Morales Ortega – Equipo de voluntariado del Observatorio de Violencia
Las tareas y las responsabilidades en el hogar tradicionalmente han sido relegadas a las mujeres. La igualdad propone la distribución de funciones forma equitativa entre hombres y mujeres. La corresponsabilidad desde el núcleo familiar incorpora un cambio de actitud que pasa de “ayudar” a “compartir”, deconstruyendo los roles tradicionales de género, hay que reflexionar sobre el trabajo de las mujeres como trabajadoras del hogar y responsables de los cuidados, sin reconocimiento histórico aún hoy en día, e implantar medidas de conciliación de la vida personal, familiar y laboral para hombres y mujeres evitando los efectos negativos que tienen sobre las condiciones de empleo de las mujeres.
Funcionamos con un modelo masculino en el que se excluyen conocimientos y destrezas más cercanas al mundo considerado femenino en general (coser, cocinar, cuidados) que perpetúan la desigualdad.
Hablamos de de doble jornada
«Cuántas veces por ocuparnos de las tareas domésticas y la familia, asumiendo el rol de ocuparnos de todo lo que nos tocaría en el reparto igualitario y mucho más, dejamos pasar el tren de nuestras oportunidades laborales; es una verdadera pena que por este motivo grandes talentos femeninos no hayan podido ni despuntar».
Vamos a mostrar como reflejo de esta realidad un pequeño extracto del artículo “División Sexual del Trabajo” de Ana Amorós en “10 palabras clave sobre mujer”.
“Reparto social de tareas en función del sexo de las personas (…) Las mujeres tienen mayor responsabilidad que los hombres en el cuidado y crianza de las hijas y los hijos y en las ocupaciones domésticas, mientras que los hombres se dedican más a las tareas extradomésticas, que comprenden desde el ámbito económico y político hasta el religioso y el cultural”
El trabajo reproductivo y de cuidados y el trabajo doméstico son trabajos invisibles, las personas que los realizan, en su mayoría mujeres, no reciben ninguna prestación económica y además no tienen reconocimiento ni valoración social de ese trabajo, muestra de ello es el hecho de que el trabajo reproductivo y doméstico no se recogen en las estadísticas referentes al Producto Interior Bruto (P.I.B.).
La incorporación de las mujeres al mercado laboral ha supuesto la combinación de este trabajo a su trabajo en el ámbito doméstico-familiar y reproductivo de forma cotidiana, lo que se denomina doble jornada.
Educar en igualdad : Coeducación y educación no sexista
La educación es un agente socializador, junto a su función de transmisión de conocimientos, valores, actitudes, aptitudes y comportamientos que aprendemos e interiorizamos para integrarnos en la sociedad; el ámbito educativo reproduce pautas de comportamiento discriminatorias. La coeducación debe empapar la totalidad del sistema educativo, las alumnas y los alumnos han de adquirir una serie de valores que les posibiliten participar en la sociedad en igualdad de condiciones porque es un principio transversal que requiere una mayor implicación del estamento educativo, promoviendo el diseño de planes de igualdad y articulando con la ayuda de la figura de coordinación de igualdad en los centros educativos españoles, el inicio de un verdadero cambio hacia la construcción de una sociedad igualitaria para todas y todos. Asimismo la representación dentro de los textos educativos responden a un modelo androcéntrico.
Resulta prioritario para la implementación de la perspectiva de género a través de la coeducación además del compromiso de los centros educativos, sumar esfuerzos con las plataformas, movimientos y las organizaciones no gubernamentales de mujeres y hombres. La presencia de mujeres feministas teóricas y activistas postula a dichas mujeres como agentes imprescindibles a la hora de construir propuestas políticas de justicia social y global, contribuyendo a implementar acciones de cara a la consecución de las metas y objetivos en el marco de la Agenda 2030 y para la erradicación de la violencia machista.
«En materia de violencia de género, España marcó un hito con la aprobación de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Las CCAA y Gobiernos locales han establecido igualmente marcos legales y normativos en materia de violencia de género. Si la LOPIVG marcó un hito, este se ve complementado con la aprobación del Pacto de Estado contra la Violencia de Género en septiembre de 2017, que constituye junto con la Ley integral la hoja de ruta para alcanzar un país libre de violencias contra las mujeres.
La discapacidad es otro factor que eleva el riesgo de exclusión social de las mujeres en ámbitos como las condiciones sanitarias, el acceso a la educación, la justicia y el empleo o su nivel de participación en la sociedad de la que forman parte. Todos estos aspectos nos llevan hacia el escenario de la discriminación múltiple, que sitúa a las mujeres con discapacidad en una posición de mayor vulnerabilidad para sufrir violencia y para no poder ejercer con total libertad, como lo hace cualquier otra persona, sus derechos sexuales y reproductivos, sociales, educativos, laborales, sanitarios.»
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