La dimensión de género en los conflictos armados

El género afecta de forma compleja la manera en que las personas viven los conflictos armados, en particular, las mujeres y las niñas se ven afectadas por una desigualdad de género estructural, incluso en contextos de conflicto.

El primer paso que se dio desde las Naciones Unidas para reconocer el papel de las mujeres en la resolución de conflictos se consolidó a través de la Agenda Mujeres, paz y seguridad (resolución 1325) del año 2000. En ella se reafirma el desempeño de las mujeres en la prevención y solución de los conflictos y en la consolidación de la paz, subrayando la importancia de que participen en pie de igualdad, así como la necesidad de aumentar su participación en los procesos de adopción de decisiones en materia de prevención y solución de conflicto.

Asimismo, se reconoce la urgente necesidad de incorporar una perspectiva de género en las operaciones de mantenimiento de la paz, tomando nota de la Declaración de Windhoek y el Plan de Acción de Namibia.

Por otro lado, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) destaca una serie de puntos para comprender los efectos de los conflictos armados según el género:

  1. Los daños a las personas civiles tienen efectos diferentes para mujeres, hombres, niñas y niños. Las desigualdades de género estructurales anteceden a los conflictos armados; los roles de género y las dinámicas sociales de poder pueden modificarse y/o exacerbarse durante los conflictos armados; y las experiencias individuales están determinadas por la combinación de las cuestiones de género con otros factores de identidad, como los de edad, clase, discapacidad, raza, religión y orientación sexual. Además, las circunstancias relacionadas con la identidad de género, la orientación sexual, la expresión de género o diversas características sexuales también deben ser tenidas en cuenta dentro de los conflictos armados, ya que estas personas tienen más probabilidades de sufrir violencias. 
  2. La desigualdad según el género está presente en los escenarios de combate. Las mujeres suelen tener menos recursos financieros para afrontar heridas o daños a su propiedad,  pueden tener dificultades adicionales para acceder a la asistencia sanitaria cuando resultan heridas (por ejemplo, cuando solo pueden ser examinadas por personal de salud femenino o cuando necesitan una custodia masculina para trasladarse) y suelen tener menor representación en las posiciones de toma de decisiones con respecto a la prestación de ayuda humanitaria. Asimismo, las violencias sexuales suponen ataques directos a las mujeres que viven en las zonas de conflicto, de hecho, estas agresiones han sido consideradas un instrumento más para ejercer la guerra, según las Naciones Unidas.
  3. Todas las personas sufren los efectos según el género. Aunque la desigualdad que afecta la experiencia de las mujeres y las niñas merece un análisis específico, las suposiciones relacionadas con el género moldean la experiencia de todas las personas, incluidos los hombres y los niños. En algunas situaciones, se asume que los hombres y niños son combatientes o plantean riesgos para la seguridad por su género.
  4. La falta de datos desglosados según el género implica que las mujeres y niñas sean más “invisibles”. Los métodos de recopilación de datos que no contemplan los estereotipos, las normas sociales y otros factores pueden introducir sesgos que comprometen su calidad, con puntos ciegos para la toma de decisiones. Una medida que podría ayudar a que las partes comprendan mejor las consecuencias de los ataques es: el seguimiento, la supervisión y la transmisión de los datos de víctimas desglosados por género y edad.

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