Desde principios de abril, más de la mitad de la población mundial se encuentra en confinamiento. Los datos muestran que desde el estallido del Covid-19, las denuncias por violencia de género, particularmente las de violencia doméstica, han aumentado considerablemente. El hecho de que las mujeres se encuentren en sus casas encerradas, facilita el control por parte del agresor.
En Francia, las denuncias de violencia doméstica se han incrementado un 30% desde que empezó el confinamiento, en Argentina un 25%, mientras que en Chipre y en Singapur, las líneas de ayuda han registrado un incremento del 30% y 33% respectivamente. En otros países como Canadá, el Reino Unido, Estados Unidos y Alemania, ha aumentado la demanda de casa o refugios para las mujeres debido al aumento de la violencia doméstica.
En otros casos, donde el confinamiento es más estricto y el movimiento está más restringido, y/o donde el acceso a los servicios asistenciales es más limitado, o se lleva a cabo de manera diferente, (por ejemplo, asesoramiento por teléfono, correos electrónicos u otras plataformas), las solicitudes de ayuda han disminuido. Tal es el caso de Italia, donde una línea de ayuda de violencia doméstica, informó que recibió un 55% menos de llamadas en las primeras dos semanas de marzo ya que a muchas mujeres les resultaba muy difícil pedir ayuda.
A la violencia doméstica hay que sumar el aumento de la ciberviolencia ejercida contra las mujeres y las niñas. Según diversos medios de comunicación, publicaciones en redes sociales y expertos en derechos de las mujeres, están aumentando las diferentes formas de violencia en línea, incluidos el acoso, el acoso sexual y el trolling sexual (mensajes provocadores, irrelevantes o fuera de tema en línea, de contenido sexual, con la principal intención de molestar o provocar una respuesta emocional negativa).
La violencia obstétrica también podría sufrir un repunte en estas semanas. Recientemente, la asociación El Parto es Nuestro emitió un comunicado en el que denunciaba mala praxis en algunos partos durante el estado de alarma: la separación de madres y recién nacidos, cesáreas innecesarias, mujeres sin acompañantes de parto, no aplicar el alivio farmacológico del dolor (epidural) a las mujeres que lo soliciten, o no facilitar la lactancia materna en las mujeres cuyo deseo es amamantar.
Por otro lado, el impacto económico de COVID-19 como resultado del cierre generalizado de empresas e industrias podría exacerbar las desigualdades existentes, incluidas las basadas en el género. En general, las mujeres tienen menos oportunidades laborales, generan menos ingresos y cuentan con empleos más precarios, con lo cual están menos protegidas de la recesión económica en tiempos de crisis. Del mismo modo, la crisis postpandemia podría incrementar la violencia económica contra la mujer en el ámbito doméstico, privando a estas de los recursos o necesidades básicas.
Ante este escenario, es necesario que los estados apuesten por reforzar la prestación de servicios a las mujeres que sufren violencia de género tanto a corto y como a largo plazo.
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