La era digital se hace cada vez más presente. Los efectos de la pandemia han incrementado el consumo y dependencia de Internet, lo que sin duda ha provocado cambios en las actividades productivas y las relaciones sociales, que ahora tienen un nuevo escenario: el digital.
Según un informe de la plataforma Hootsuite, las personas en España dedican una media de 6 horas y 11 minutos al día a las pantallas, y el 80% de la población cuenta con perfiles en las redes sociales. Lo alarmante es que, precisamente en línea, también se reproducen sombras, obstáculos y lastres de la vida real, de los que no se escapa la violencia contra las mujeres.
«Violencia colectiva» en redes sociales
La investigadora Noelia Igareda, del grupo feminista Antígona de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), explica que existe una forma de violencia dirigida a las «mujeres con un perfil de proyección pública«, como por ejemplo las mujeres políticas. Ellas son «víctimas de una forma de violencia más colectiva por el hecho de ser mujeres y porque están transgrediendo los roles de género esperados«. Y es que el anonimato que conceden las redes sociales es uno de los principales alicientes para el acoso.
A su vez, Ianire Estébanez, psicóloga y ciberactivista, recalca que «la intolerancia, la crítica constante y el lenguaje de odio que se difunde de manera masiva en estos medios» no son resultado de la tecnología, sino el reflejo de hábitos sociales que a veces pueden transformarse en violencia masiva. El insulto y el acoso a las mujeres por sus cuerpos, los mitos sobre la sexualidad y la humillación pública son cada vez más visibles en las redes, las cuales se han convertido en grandes aliadas de la violencia.
Teletrabajo y acoso sexual
A finales del pasado mes de marzo, el Comité Económico y Social Europeo emitía un dictamen sobre teletrabajo e igualdad de género. El texto exponía que el trabajo a distancia, extendido a raíz de la pandemia, supone «el riesgo de aumentar la carga de las mujeres, llevándolas a realizar una parte incluso mayor del trabajo doméstico no remunerado, al tiempo que las expone a otros riesgos como la violencia doméstica y en línea, o la pérdida de oportunidades profesionales«. A su vez, afirmaba que el acoso sexual relacionado con el trabajo también está siendo más frecuente en línea, y la permanencia en el hogar aísla aún más a las víctimas de los recursos y oportunidades de ayuda.
Control y relaciones afectivas
Durante la pandemia, las expertas y expertos han puesto énfasis en el concepto de violencia de control, el cual ha ido cobrando más protagonismo. Esta expresión se refuerza con el uso de las nuevas tecnologías. Estébanez explica que «la pandemia ha conducido a una permanencia frente al móvil que, sin duda, facilita que quien necesita controlar a la otra persona tenga más posibilidad de hacerlo«. Este control –»revisar mensajes, saber en todo momento lo que estás haciendo, echar en cara a quién sigues en redes«– se venía haciendo habitual y muy normalizado en las relaciones de pareja, especialmente entre las más jóvenes, según la psicóloga.
La experta recalca que, en el caso de la pareja, se tiende a pensar que las redes son una herramienta más, pero lo cierto es que «no es un mero instrumento, sino una violencia en sí misma que muchas veces se ejerce de forma simultánea a la violencia física, psicológica o sexual«.
Nos enfrentamos entonces a que, muchas mujeres víctimas no son conscientes, no lo entienden como violencia si no hay evidencias más claras u objetivas, ya que muchas solo identifican la violencia de género como maltrato físico o agresiones sexuales. Y es que ,estos casos de control que ellas que pueden percibir como sutiles, se pueden producir con muchísima facilidad.
Podemos concluir que el efecto de las nuevas tecnologías, difumina la identificación de las violencias y obstaculiza las formas de enfrentarla, por lo que resulta imprescindible la sensibilización y concienciación, tanto a nivel individual, colectivo, social, laboral, estatal, etc. ¿Es Internet un espacio seguro para las mujeres? Según Estébanez, «es un espacio no neutro«, que aunque las condiciones hagan que las personas tengamos que seguir acudiendo a él, para las mujeres representa una exposición a la violencia y el acoso.
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