Por Jazmín López Picazo– Equipo de trabajo del Observatorio de Violencia
En esta última semana se han producido tres incidentes machistas en los que dos mujeres han sido asesinadas y una de ella se encuentra hospitalizada. Los sucesos han tenido lugar en un intervalo de apenas 24 horas y todos ellos en Madrid.
El primer caso tuvo lugar el jueves 2 de marzo, el agresor trató de ocultar el asesinato de su pareja provocando una explosión de gas. Ese mismo día otra mujer aparecía muerta en su domicilio ante la denuncia de los vecinos. Era prostituta por lo que se barajaba la opción de que pueda haber sido un cliente, en cuyo caso no es considerado como violencia machista por parte de las instituciones. Según la ley vigente solo es violencia de género cuando una mujer muere a manos de su pareja o ex pareja por lo que muchas de las víctimas quedan fuera de las estadísticas. Es el caso de Ana, la hija de 18 años de una de las víctimas mortales de este 2017, asesinada junto su madre por la pareja de esta última, o de Ángeles que padecía de Alzhéimer y ha muerto a manos de su marido.
El último caso es el de una mujer de 24 años con heridas de arma blanca, una de ellas muy grave en el tórax, que no se si sabe si ha saltado o el agresor la ha empujado por la ventana a una altura de 5 metros.
Es evidente que este tipo de violencia no sigue ningún patrón ya que no puede haber un perfil más diferente entre las víctimas. No importa la nacionalidad, la edad o si se vive o no en situación de riesgo como es la prostitución. Se trata de una violencia que nos afecta a todas y que se encuentra instaurada en toda la estructura social.
Las cifras son alarmantes, en lo que va de año la media es de algo más de dos feminicidios a la semana y sin embargo no se percibe la alarma social. Si en vez de asesinatos machistas se tratasen de asesinatos por terrorismo es correcto pensar que la importancia sería máxima, que dirigentes del gobierno y personalidades relevantes harían declaraciones como hacen cada vez que se produce un atentado de estas características, entonces ¿por qué no sucede lo mismo con los feminicidios? Las cifras deberían ser entendidas como relevantes, deberían ser tomadas en serio y realizar el denominado “Pacto de Estado” entre los principales partidos políticos. Esto es solo la punta del iceberg de la violencia contra las mujeres. Hace falta compromiso para revisar la legislación, e incorporar lo que el Convenio de Estambul reclama, hacen falta más recursos con el fin de proporcionar soluciones que pongan fin a la problemática de la violencia machista. Nos va la vida en ello, no podemos permitir que miren a otro lado.
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