El doble infanticidio de Anna y Olivia en mayo de 2021 ha vuelto a poner el foco en los y las menores como víctimas directas de la violencia de género. Suelen quedarse en un segundo plano cuando se trata de violencia de género, considerándose como víctimas colaterales cuando en realidad son víctimas directas. Hijos e hijas son testigos de la violencia que sufren sus madres, viven en una cotidianidad de normalización de la violencia, causándoles secuelas tanto físicas como psicológicas. Profesionales de Psicología consideran que se trata de un problema social y de salud, ya que las y los menores desarrollan efectos como la ansiedad, la baja autoestima e, incluso, el aislamiento social.