Por Mavi González Canalejas- Equipo de voluntariado del Observatorio de Violencia
Quiero empezar este artículo con una reflexión: Todas las mujeres del mundo han sufrido, sufren o sufrirán acoso sexual callejero de alguna forma al menos una vez en su vida.
Culturalmente nos han vendido que un piropo era algo positivo, agradable, que nos debía hacer sonreír y estar orgullosas de lucir un cuerpo, cara, ojos…preciosos.
Lo que no nos dijeron cuando nos contaron este cuento era que un piropo es degradante porque lo lance quien lo lance nos está valorando como a un objeto: bonita/fea, alta/baja, delgada/gorda…una valoración que está en los ojos de quien la lanza no en nuestro propio cuerpo. Somos perfectas como somos, sin necesidad de que alguien estime que debemos ser de otra manera o que aplauda cuando somos como él quisiera que fuéramos.
El acoso callejero se ha convertido en algo normalizado, como muchas conductas derivadas de nuestra sociedad patriarcal, que nos mide a través de los estereotipos, y como tal es asumido como algo que no debería molestarnos, pero si preguntamos a las interpeladas su respuesta es que el piropo o el acoso sin más es una conducta amenazante que causa miedo y angustia y no las hace disfrutar de su ciudad con los mismos derechos.
Sentimos que nos acosan cuando nos miran de arriba abajo, cuando se ponen detrás en el transporte público rozándonos aposta, cuando nos interpelan en la calle o cualquier espacio público, cuando nos gritan desde un andamio, cuando nos persiguen a cualquier hora del día, cuando nos valoran a través de un “piropo”, cuando un gesto nos hace sentir sucias…
Basándome en el último estudio que ha llevado a cabo Plan Internacional desde su programa Free to Be o Libre para Ser, en el que participé como experta, y que fue publicado durante las jornadas de Ciudades por la Paz en Matadero, el índice de zonas inseguras de nuestras ciudades crece exponencialmente en la medida en que las leyes, ni estatales ni autonómicas, no recogen esta falta o delito y quienes lo cometen se hacen fuertes aprovechando esta ranura legal. Se pueden ver con claridad en su web los puntos negativos en nuestra ciudad, por ejemplo.
Dicho informe recoge la inseguridad que sentimos las mujeres caminando por nuestras calles y muestra cómo ha subido el índice de delitos contra la libertad y la indemnidad sexual en muchas ciudades del mundo, entre ellas Madrid con un 13,8% más de denuncias en el primer trimestre de 2018 en comparación con el de 2017.
No se trata sólo de recabar cifras y datos, se trata de poner de manifiesto cómo nos sentimos en nuestras calles cuando nos acosan y nos sentimos atemorizadas, angustiadas, desvalorizadas, desempoderadas.
¿Cuántas de nosotras vamos por zonas oscuras hablando con alguien por el móvil o haciendo que hablamos? ¿Cuántas de nosotras llegamos a casa después de salir el fin de semana y mandamos un mensaje a nuestras amigas con un “ya estoy en casa”? ¿Cuántas entramos en nuestros portales mirando hacia atrás por lo que pueda venir? ¿Cuántas evitamos subir en el ascensor, metro, cercanías…cuando somos la única mujer en el interior? Y voy más atrás, ¿Cuántas hemos tenido que aguantar durante años que nos tiraran de los mofletes, nos sobaran la cara o el pelo, o nos dieran un “cachetito cariñoso” siendo niñas?
Nos sentimos más seguras en zonas luminosas, en las que hay familias, zonas verdes en las que juegan niñas, niños y animales pero por otro lado tememos los transportes públicos a determinadas horas, callejones oscuros, zonas apartadas.
En cuanto a las soluciones y recogiendo lo que pedían las jóvenes entrevistadas y con las que se llevó a cabo el estudio, estaban la mayor frecuencia del transporte por la noche, una mejor iluminación de algunas calles y más policía: en el metro, en las calles, en los parques, y por supuesto más educación.
No creo que poner policía a nuestro alrededor sea la solución. La policía debe estar para hacer cumplir la Ley, por lo que entonces lo que se necesitan son más Leyes que velen por esa seguridad, más penas ejemplares, una Justicia con perspectiva de género que mire por el cumplimiento de esas penas y no suelte a los imputados por la puerta de atrás a la primera de cambio. Implicar a tod@s l@s agentes de seguridad está bien, pero con algo que respalde sus actuaciones. Hace falta pues una revisión urgente del convenio de Estambul que no tipifica este tipo de Violencia de Género.
En el horizonte está la esperanza, esa que es la última que se pierde y que empieza por legislar que el acoso callejero en cualquiera de sus formas sea castigado legalmente. Países como Marruecos ya tienen una Ley (103/13) que lo regula (aunque tienes sus puntos débiles, como los mecanismos de aplicación), pero no nos engañemos, esa Ley no funciona sola, a esa Ley hay que ayudarla denunciando cada vez que vemos que por la calle alguien acosa a alguna mujer, independientemente de su edad, religión o condición social.
Se estima que en 2025 habrá más niñas que nunca viviendo en ciudades, unos mil millones de niñas menores de 18 años en todo el mundo. Cada una de ellas vivirá en una ciudad diferente, con una cultura diferente, una religión diferente, un sistema cultural y de creencias diferente, y si no hacemos nada para evitarlo también cada una de ellas seguirá sintiéndose asustada cuando salga a la calle.