El planchado de senos

La violencia en el cuerpo de las mujeres adopta múltiples formas y se manifiesta en un gran número de prácticas a nivel mundial.

Una de las menos conocidas es el planchado de senos, que consiste en utilizar objetos como piedras lisas, espátulas, palos de escobas u objetos similares, e incluso cinturones para atar alrededor del pecho de las niñas, con el fin de que sus senos dejen de desarrollarse o para que desaparezcan.

Esta práctica, originaria de África Occidental, se lleva a cabo principalmente en Camerún, donde según la agencia de desarrollo alemana GIZ, una de cada 10 mujeres ha sufrido este procedimiento. Asimismo, debido a los flujos migratorios, el planchado de senos se ha extendido a varios países europeos. En el Reino Unido, cerca de 1.000 menores han sido víctimas de esta práctica.

En general, este procedimiento es llevado a cabo por la madre, la tía o la abuela de las niñas con el fin de protegerla del acoso sexual, de los embarazos no deseados y de las enfermedades de transmisión sexual.

Como en muchas otras ocasiones, esta práctica se ha naturalizado y se ha extendido en el tiempo y espacialmente. La aceptación por parte de las niñas y de las personas que la realizan va unida a la idea de que las mujeres no deberían tener senos.

Las consecuencias que las pequeñas sufren de esta práctica discriminatoria son tanto físicas como psicológicas. Entre las primeras se incluye dolor, infecciones, fiebre severa, daño permanente en los conductos de la leche, deformación o cambio en el tamaño de los senos pudiendo incluyo llegar a desaparecer. Desde el punto de vista psicológico se producen principalmente sentimientos de baja autoestima.

Si bien en el año 2015, el Gobierno de Camerún desalentó la práctica al incluir una disposición en el nuevo Código Penal, se continúa ejerciendo con total impunidad, por ello, las medidas legislativas deberían ir acompañadas de campañas de sensibilización y de charlas educativas que promuevan un diálogo sobre la sexualidad que permita romper los tabúes, y sobre todo, que eviten responsabilizar erróneamente a las mujeres de la violencia sexual que sufren.

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