Por Begoña Zabala
Publicado originalmente en Viento Sur el 6 de julio de 2017
El 6 de julio, la víspera de Sanfermín, Iruñea bulle de jarana y fiesta total. Sin embargo, en estas fiestas, que durarán nueve sabrosos días, algo nos obliga a poner el foco en las agresiones sexistas y en la violencia sexual contra las mujeres. Y ese algo es la repetición atroz de las agresiones en las fiestas, y de forma muy dolorosa en los sanfermines.
El día 7 de julio de 2008 se produjo el asesinato, con violencia sexista y sexual, de Nagore Lafagge Cassasola, por estrangulamiento, a manos del psiquiatra, ex-empleado en la Clínica Universitaria del OPUS, Diego Yllanes. Hace unos días se ha sabido que le conceden el tercer grado penitenciario. Con una pena de prisión de doce años y seis meses, se le aplica al chico bien la buena conducta para la concesión del grado de esta mínima condena: por homicidio –no asesinato, ni violencia de género,-, agravante de superioridad, más dos atenuantes.
El año pasado, el día 6 de julio, se produjo la violación colectiva de una joven madrileña en pleno centro de Iruñea, por parte de cinco hombres sevillanos, sobre los que no me extiendo, pues ya han dado cuenta de sus miserables actos y comentarios muchísimos medios de todo tipo.
Este año, en las fiestas de varios pueblos de Euskal Herria, ya hemos tenidos noticia de violaciones y agresiones sexuales: Noain, Barañain, Txantrea, Zarautz, Sopela… Destaca un elemento muy importante: muchos de los agresores son muy jóvenes. Varios de los agresores son del entorno de la agredida.
Durante este año pasado se ha conocido la condena, de nueve meses de prisión, que ha recibido un turista estadounidense que en los sanfermines de 2014 repelió la agresión sexual que sufrió su pareja por parte un hombre pamplonés, en alto estado de embriaguez. La mala suerte, o el nulo equilibrio del agresor machista, hizo que se golpeara en la cabeza al caer al suelo quedando en estado de coma, del que se curó quedando con algunas limitaciones. También se le condenaba a pagar los gastos hospitalarios del agresor machista, y una indemnización al mismo por los daños y secuelas, lo que ascendía a la cantidad de 152 000 euros. El agresor fue condenado a un año por agresión sexual, con atenuante de embriaguez.
Hay muchos más casos, pero éstos son los que algunas teníamos en la memoria y pueden servir como muestra para señalar algunas cosas importantes.
Una de ellas es la poca esperanza que ponemos en la Administración de Justicia, en los temas de verdad y justicia, y también reparación. ¿Qué relato de la versión judicial podemos tener cuando en el caso de Nagore Lafagge no se dice que es un asesinato machista –ella se negó a tener relaciones sexuales- con agresión sexual? Y si te defiendes o te ayudan en la defensa, ¡cuidado! Aquí se entiende por reparación que pagues los gastos del hospital y los de secuelas del agresor, después de que ha cometido un delito contra la libertad de una mujer y se le ha aplicado la atenuante de embriaguez.
Que conste que no se trata de discutir la cantidad de años, si son muchos, o pocos, o cuántos estarían bien. Que algo también planteamos. Sino que en esencia, lo que importa es el relato de los hechos, lo que se dice que pasó, lo que se cree –o lo poco que se cree- a las mujeres agredidas y su entorno, en contraposición con las versiones siempre bien atendidas de muchos abogados defensores, que frecuentemente siembran dudas y extienden cortinas de humo sobre lo ocurrido.
También queremos entrarle un poco al sistema: ¿cómo es eso de que la embriaguez, en plenos sanfermines, donde corre el alcohol por las venas de tanto machirulo, ahora va a servir de patente de corso y de atenuante para las agresiones machistas? O sea que, venga a hacer campañas contra el consumo de alcohol, como que parece que no es muy bueno para la salud, y si te pillan conduciendo te quitan un montón de puntos… y si se agrede sexualmente a una mujer y está borracho, rebaja de condena. Algo habrá que revisar en esta atenuante, ¿o no?
Y, por supuesto, que en un día como el de ayer recurrimos al agravio comparativo. Sí, ayer se conoció la noticia de que el fiscal de la Audiencia Nacional, señor Perals, pide para las 8 personas procesadas en el caso de la pelea y agresiones con guardias civiles, en un bar de Altsasu, a un total de 375 años. A seis de ellos les pide 50 años a cada uno, por cuatro delitos de lesiones de terrorismo; a uno 62,5 años, por lo mismo más un delito de amenazas terroristas y a una joven 12,5 años, por un delito de terrorismo. Es decir, por cada delito se les pide doce años y seis meses. Casualmente la misma pena a la que condenaron al que asesinó y agredió sexualmente a Nagore Lafagge. Algún medio ha comparado esta pena con la del señor Bretón, que asesinó a su hijo e hija, y los quemó, para no dejar ninguna huella, y fue condenado a 40 años de cárcel. En este caso la versión que se mantiene es la de las que figuran como víctimas: dos guardias civiles y sus parejas, que estaban divirtiéndose en un bar de la localidad, obviamente, fuera de servicio.
Sirva todo esto como comentario para situar la poca credibilidad y confianza que nos transmite la Administración de Justicia, en todo su entramado y estructura, incluido lo que se denomina policía judicial. Y es que la que suscribe vive muy cerca de Altsasu. Y está mucho más cerca todavía de estas personas que están siendo criminalizadas.
Así que, con estos antecedentes, las feministas estamos respondiendo por nosotras mismas. A la vez que seguimos exigiendo justicia para todas.
Las respuestas feministas
Siempre se ha señalado desde el movimiento feminista que la mejor respuesta a las agresiones machistas es que se prevenga de forma eficaz para que éstas no se produzcan. No peleamos porque las penas sean muchas o mayores; o porque se cumplan todas las condenas íntegras; porque se machaque vilmente a la gente que resulta culpable; porque se degrade más la vida de la gente que está en prisión en cárceles asesinas; porque se inutilicen más miles de vidas miserables de agresores machistas. Simplemente queremos vivir libres de violencia. Y en cuanto nos agredan vamos a responder. Pedimos solidaridad y apoyo en la respuesta. Trabajamos instrumentos de respuesta y de prevención. Esto es la autodefensa feminista.
Así que con las idea claras y el recuerdo presente de las agresiones habidas, y de las mujeres que ya no están entre nosotras, se inicia la campaña de fiestas.
La manifestación del 4 de julio, a las 11 de la noche, para recorrer las calles de lo viejo, empieza a ser un clásico de sanfermines. Ya vamos por el tercer año consecutivo. La afluencia es masiva: muchas de negro, muchas encapuchadas, muchas con antorchas; todas gritando y coreando consignas. Acompaña la manifestación una batucada que, además de tocar, acompaña con ritmo las consignas. No puede faltar el bailongo final, para el que se ha mandado el tutorial con antelación.
Los lemas son rotundos y claros. No se va a tolerar ninguna agresión machista. Desde el primer instante. La consigna es responder, denunciar, contestar, no pasar ni una, pedir apoyo, ser solidaria, apoyar. El llamado es a unas fiestas en libertad. Y por encima de todo gira el tono de la insumisión al mandato patriarcal. No nos achantará el miedo. Vamos a seguir ocupando las calles, como queremos, divirtiéndonos, bailando, festejando… como se nos ocurra y nos dé la gana. Y el otro tono que se escucha es también diáfano: el miedo va a cambiar de bando. Es un aviso a machirulos.
Esta vez, una vez más, han aparecido centenares de mozas jóvenas, muy jóvenes. Se comenta que esta mani es como el rito iniciático feminista de la fiesta. De la fiesta y de la subversión. Es buen momento para los ritos. Tiene también algo de rito de paso, pues las más mayores, pasan la antorcha de la tradición feminista de la lucha y de la fiesta. Y hay un subidón con el baile final que ya te da energía para toda la fiesta.
A partir de ahí, empezamos a tejer una red solidaria. Un hilo que nos va a conducir al apoyo entre nosotras. Y hacemos un guiño a los colectivos y a los kolegas. Ni complicidad, ni pasividad: en nuestra presencia, no. En este espacio, no.
Esta tarea fiestera va precedida de un meticuloso trabajo previo. Cientos de talleres de autodefensa feminista en centros, peñas, y asociaciones diversas. Pancartas desplegadas por los balcones del centro y las entradas a Iruñea por carretera. Carteles, cartelillos, pegatinas: “espacios libres de agresiones sexistas, erasorik ez (no a las agresiones), acosar no es ligar…” dicen en sus textos. Pañuelos rojos con el símbolo feminista: erasorik ez. Las camisetas hablan por sí solas. “Gora borroka feminista” (viva la lucha feminista).
Y en esta tarea y en esta fiesta volvemos a citar a nuestro nuevo Ayuntamiento. Por segundo año consecutivo, en el Bando de sanfermines el Alcalde Joseba Asirón, exige unas fiestas sin agresiones sexistas. Seguido de una campaña contra las agresiones muy visual, con mucha propaganda y un buen folleto explicativo. La manita extendida es símbolo de no más agresiones, stop agresiones, erasorik ez, que ya porta la mayoría de la gente.
Con todo esto empezamos las fiestas sanfermineras. Las feministas llevaremos nuestros símbolos, en las camisetas, en los pañuelos, en las pegatinas, en los gorros… Estamos en los txokos alternativos, en las peñas, en los bares… en todos los sitios donde se vea y se lea la repulsa a la violencia machista. Y el lema será el que se acostumbra: no más agresiones, responde a cada agresión.