Por Julieta Delgado – Equipo de voluntariado del Observatorio de Violencia
Hoy en día resulta fundamental repensar los vínculos que mantenemos con nuestros pares, los cuales muchas veces han dejado de ser sanos. Parte de la construcción de vínculos compañeros y empáticos (aquellos que se ponen en el lugar del otro) tiene que ver con la aceptación de que los mismos se deben reconstruir y deconstruir constantemente, evolucionar y ser auto-criticados en relación a los tiempos y cambios que requiere la sociedad actual y la necesidad de lograr la igualdad de género como objetivo en sí mismo. Pero para ello es necesario un acuerdo de las partes y un reconocimiento de la necesidad de dejar atrás ciertas prácticas culturales que se han normativizado y que tienen relación con los micro-machismos cotidianos, en acordar vivir el vínculo como se desee y no como se impuso.
El ideal del amor romántico está plasmado en las películas de Walt Disney, importadas en series, en películas, en postales, en imágenes en redes sociales y cada 14 de febrero. Según el mito, para cada joven del mundo hay una joven destinada y viceversa, lo que supone la adopción de otros que tienen que ver con el ideal de la media naranja, el mito de la exclusividad, de la fidelidad, de la perdurabilidad, del matrimonio o convivencia, y de la omnipotencia, entre otros. Romper con esos patrones establecidos culturalmente cuesta y mucho, pero es posible dejar de lado la heteronormatividad para plantearnos realmente cuales son nuestros deseos y los de las personas con las que decidimos construir un vínculo afectivo. Para ello es fundamental cuestionar tanto nuestros pensamientos como los de los que nos rodean y construir desde otros lugares que tienen que ver con la empatía, el respeto y la igualdad de condiciones.
Para evitar seguir con involucración en vínculos tóxicos, de celos, control, manipulación y distintos tipos de violencia, es necesario antes que nada, reconocer que de eso no se trata el amor, aunque eso nos hayan hecho creer. Y segundo, contribuir a la construcción de amores compañeros a través de la responsabilidad afectiva, lo que significa dejar de lado las prácticas individuales para pensar en lo colectivo, en el otro u otra, y en nosotros y nosotras.
Estos últimos se construyen desde la libertad, la comprensión, el respeto, el repensarse, el replanteo, la queja ante la injusticia, la aceptación del no como respuesta, la interpelación, la de- y re-construcción, dando espacio, dando aliento… Es recíproco y positivo. Lo que para una persona es importante, siempre debería ser un… «para mi también». Apoyarnos es complementarnos, y en los vínculos entre pares las cosas son más justas y compañeras. Florecemos, nos nutrimos y es mutuo. Ser iguales sin importar nuestro género.
Para ello es inevitable dudar y cuestionarse en todos los planos cotidianos de la vida. Interpelar a quienes nos rodean cuando consideramos que sus acciones no son las adecuadas porque juzgan, discriminan, condicionan, manipulan, y son destructivas, aunque ello signifique alejarse de quienes no comprenden y no responden a las demandas que para nosotros y nosotras son importantes y eso requiera muchas veces romper con vínculos sostenidos en el tiempo.
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