Este artículo forma parte de la campaña de activismo que se va a llevar a cabo con motivo del día 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y los 16 días de activismo de ONU Mujeres, en el marco del proyecto «Banco de Buenas Prácticas para la prevención de la Violencia de Género y Educar en Igualdad, hacia un voluntariado 2.0 por el Buen Trato«, gracias a la financiación del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, a través del IRPF “OTROS FINES DE INTERÉS SOCIAL”
Distintas investigacines en relación a la violencia contra la mujer, han determinado los celos como uno de los factores más relevantes. Los celos se identifican como emoción o sentimiento ante una sospecha imaginaria de una figura rival (mayor o menor según la propia percepción). En suma, cuenta con un tipo de pensamiento de dependencia hacia la pareja. Se formula de este modo la categoría de los «sentimientos celotípicos». Teniendo en cuenta el tema que nos interesa, los celos acaban por conformar un mecanismo de control ante el miedo o la inseguridad que padece una persona. Sin embargo, ¿como explicamos este tipo de sentimientos?
Desde la adolescencia, las personas comenzamos a conocer las implicaciones de enamorarse: ¿qué tipo de emociones se consideran propias al amor?; ¿de quién nos podemos enamorar? Asimismo, nos empezamos a encontrar con famosos mitos del amor: media naranja, relaciones sexuales ligadas a la exclusividad, y como no, el mito de los celos. Estos mitos generan a su vez, frustración, sentimientos de culpabilidad, presión, malestar…. ¡Cuántas veces habremos escuchado: «si no estás celoso, no te importa tu pareja»!
En base a estos indicios de socialización, aparecen los celos como justificación ante actos o conductas de desigualdad, caracterizadas por el egoísmo, la represión y la violencia. En este sentido, destaca que la mayoría de la juventud no perciba los celos de manera negativa, y todo quede bajo el paraguas «porque me quiere».
Actualmente, surge un nuevo factor que debemos tener en cuenta en la visibilización de la violencia contra la mujer: la sociedad digitalizada. Las redes sociales influyen tanto en la conformación de la propia identidad, como en el modelo de relaciones personales. En muchas ocasiones, las personas acaban por adaptar la vida off-line a la vida on-line. Sin embargo, esta situación no es del todo favorable, pues la reproducción de los roles de género se extienden en las nuevas plataformas virtuales.
A través de las nuevas Tecnologías de Relación, Información y Comunicación (TRIC) se desarrollan nuevos instrumentos de control y dominio entre la adolescencia. De manera más concreta, los Smartphone y el desarrollo de aplicaciones ofrecen el anonimato, la permanencia de contenido publicado en las redes, la comodidad y rapidez en la comunicación, etc. Estas características acaban por fomentar el acceso continuo a las pantallas, formando al mismo tiempo un nuevo escenario en la violencia de género.
Teniendo en cuenta estas líneas, el ciberacoso es concebido como un tipo de violencia psicológica y relacional, que incluye el daño emocional y la creación de temor ante expectación de un daño mayor (amenazas, seguimiento…). Destaca de manera considerada que las prácticas relacionadas con el ciberacoso no sean consideradas una amenaza por muchas parejas adolescentes. Las actitudes machistas se acaban adaptando al nuevo contexto digital, y acaban normalizándose en sus vidas: «¿por qué le das like?», «tienes demasiados seguidores», «¿por qué te conectaste a las 03.00h de la mañana?»
La compatibilidad entre el amor y el maltrato NO existe. El control NO es preocupación o confianza. La entrega total NO es una muestra de amor, sino de aislamiento.
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