El primer estudio realizado por FADEMUR, caracteriza la violencia sufrida en el ámbito rural como invisible y normalizada socialmente.
Desde una perspectiva integrada de género, de Derechos Humanos y ruralidad, basada en principios rectores, como el de “la promoción de la igualdad entre las mujeres y los hombres”, la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales ( FADEMUR), en colaboración con el Ministerio de Igualdad, con ocasión del Día Internacional de la Mujer Rural, hizo la presentación del primer estudio sobre violencia de género “Mujeres Víctimas de Violencia de Género en el mundo rural”.
Autoría / Editado por: Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR) / Ministerio de Igualdad |
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Dicho estudio estuvo enfocado en municipios de menos de 20.000 habitantes y es el resultado de muchos meses de investigación, en cumplimiento con el Pacto de Estado contra la Violencia de Género firmado en 2017, según las propuestas realizadas por Congreso y Senado y exactamente por la medida 181, para el que se obligaba a realizar un estudio de la situación en el mundo rural, que ofreciera el análisis de las respuestas policiales, penales, asistencia sanitaria, jurídica y asistencial en el medio rural.
La investigación se ha centrado en el análisis de la información recogida a través de las 167 encuestas a mujeres, 333 a profesionales que atienden a víctimas de violencia de género, y 23 entrevistas realizadas en siete Comunidades Autónomas, elegidas por su ruralidad y dispersión como variables más influyentes en la representatividad y utilidad de los datos: Andalucía, Aragón, Castilla y León, Castilla – La Mancha, Extremadura, Galicia y La Rioja.
Se parte de un marco teórico sobre la violencia de género, como otra forma extrema de desigualdad entre mujeres y hombres que afecta a un gran número de mujeres que habitan en esos territorios más pequeños con especial grado de vulnerabilidad, pero también a sus hijos e hijas menores. Según Victoria Rosell, Delegada del Gobierno, este estudio viene a arrojar luz, «a poner una lupa sobre la situación de estas mujeres», quien además precisó que en España viven alrededor de siete millones de mujeres en municipios de menos de 20.000 habitantes.
Con los resultados obtenidos y las conclusiones a las que condujo la investigación, se ilustra la situación que se vive en ese medio rural -dicho sea de paso, muy poco acogedor para las mujeres- en el que aún perdura la desigualdad de género, los roles sexistas tradicionales y la dominación masculina. El informe indaga en la percepción que tienen las mujeres de estos territorios, sobre la violencia de género. Según el resultado de las encuestas, no existe un perfil concreto o un patrón de mujer susceptible de considerarse como víctima de esta violencia, aunque sí se observan ciertos factores de riesgo y situaciones de vulnerabilidad comunes.
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Diagnóstico de la violencia de género en lo rural
En el curso de las entrevistas desarrolladas se identificó: la existencia de violencia psicológica (100% de las mujeres entrevistadas); seguida de la física (78,26 %) y la económica (56,52%) como las formas más prevalentes. La violencia sexual se ha identificado en un 34.78%, aunque al parecer fue una de las que más costó verbalizar. No obstante, y más importante que los datos cuantitativos arrojados, es imprescindible insistir sobre las conclusiones generales y que se convierten en unas premisas fundamentales que alimentan el diagnóstico para entender la situación actual. Veamos algunas:
- Los roles sexistas tradicionales perduran en el mundo rural de manera más arraigada: hay una presión social para la perpetuación de mitos patriarcales. Son predominantes los estereotipos, mandatos de género y creencias machistas en torno a un sistema de dominación-sumisión, llevando a normalizar la desigualdad y la violencia de género en los territorios.
- La VG suele percibirse más como “asunto familiar y privado”: Se asume como un problema del matrimonio o de la pareja, más que como un problema social y estructural.
- El triple aislamiento de las víctimas: las mujeres del mundo rural sufren un triple aislamiento, al no poder apropiarse de los espacios públicos y estar relegadas a espacios privados; se ven aisladas geográficamente, pero también en su propia casa. Se perciben aisladas de todo el mundo, por ende, se enfrentan a un aislamiento social y familiar.
- La larga duración de las situaciones de maltrato (una media de 20 años al lado del maltratador): donde predomina la dependencia económica de su maltratador y el miedo a ser juzgadas por su propio entorno. Sentirse solas y desprotegidas es otro de los argumentos expuestos para justificar su situación.
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Caracterización de esta violencia
Pasaron muchos años sin investigar la situación de violencia en los territorios de menos de 20.000 habitantes. Hoy, en cambio, ya tenemos luz para afirmar la gravedad que germina en el mundo rural, donde se comprueba una normalización de la violencia de género: “Se piensa que es algo normal”. Ante este fenómeno de legitimación social para la dominación de los hombres sobre las mujeres, las entrevistadas manifestaron impotencia y, como consecuencia, se retrata a la par una invisibilidad de dicha violencia. Es un discurso que prevalece entre las entrevistadas.
Pero, lo inesperado, lo que se arraiga con fuerza y donde tendremos que poner los focos, es en la invisibilidad del maltratador. Por razones obvias “En el mundo rural, nadie conoce a los maltratadores, sólo a las maltratadas” “Se apoya al maltratador”.
Queda claro que una vez detectadas estas características específicas, se hace inminente y necesario otro estudio más profundo y de un alcance más ambicioso. Las propuestas expuestas en “Mujeres Víctimas de Violencia de Género en el mundo rural”, nos dan muchas razones para seguir insistiendo en que este tan solo es el comienzo y el pórtico de muchas acciones de prevención y sensibilización, de formación en todos los ámbitos, de coordinación y colaboración institucional, en políticas públicas. Pero, sobre todo, el preámbulo de más análisis e investigación en un sector que hasta ayer era invisible para la sociedad, y que la detección de la violencia en lo rural debe ser parte de todos los programas de prevención a nivel nacional y autonómico.
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