Por Alba Reigada Tierro– Equipo de trabajo del Observatorio de Violencia
Hay sensaciones difíciles de explicar, de esas que se te meten bajo la piel y que producen una emoción indescriptible, casi al borde de las lágrimas, que raramente aparecen a lo largo de los años y que, en ocasiones contadas, consiguen que la vida sea un poco mejor.
Esa sensación color violeta recorría ayer la arteria principal de Madrid, desde Cibeles, con la figura en piedra de la diosa como testigo de que sus compañeras de género se agolparan a su alrededor en el punto de salida de algo más que una simple manifestación. No era una más. Lo sabíamos y la meteorología quiso también acompañar la esperanza de que el mensaje llegara más allá de una plaza.
Desde las seis y media de la tarde, los globos morados comenzaron a inundar el Paseo del Prado, los niños y niñas acompañaban a sus padres mirando con ojos soñadores y recitando lemas de los que todavía desconocen el significado, pero que sus progenitores se han encargado de grabar bien a fuego ahora, para que esas generaciones que vienen sean mejores, educadas en igualdad y más inteligentes que los y las que les precedemos.
A medida que se visualizaba el edificio de correos y la diosa, los cánticos eran más fuertes, la multitud cada vez más difícil de captar con un vistazo y las niñas, los niños, los jóvenes, mayores, mujeres y hombres se agolpaban preparándose con brazaletes morados, camisetas con frases de denuncia y pancartas, muchas de ellas dando datos escalofriantes del número de fallecidas en lo que va de año, a día de hoy ya son 20 las asesinadas a manos de sus parejas o exparejas. Más de 800 desde 2003.
Los asesinatos, los crímenes… toda esa lacra machista que resulta en que los feminicidios en nuestro país estén día sí y día también en los informativos fueron una parte muy importante de la razón por la que la capital respiró feminismo e igualdad un miércoles por la tarde. Una frase resume perfectamente el sentir de los y las que recorrimos el asfalto madrileño: ‘no estamos todas, faltan las asesinadas’.
Cuando la manifestación echó a andar, las caras eran de indignación, pero también había muchas sonrisas. Echar la vista atrás de vez en cuando, significaba que abarcar el horizonte de manifestantes era imposible. Lo mejor, que también había chicos y chicas muy jóvenes, de entre 12 a 16 años que se mostraban confiados y confiadas, con la cara pintada, el pelo recogido en lazos morados y las ganas que tiene la juventud, pero también con el hambre de lucha aportan. Iban con la misma camiseta, la misma mirada resuelta y con unos cánticos perfectamente ensayados que recordaban a un desfile planeado con mimo y al detalle.
Representaban a esa generación a la que le queda muy poco para tomar el testigo y continuar en la construcción de una sociedad en igualdad real, que lo haga mejor… y ayer quisieron demostrar que son muchos y muchas los que piensan en algo más que en hacerse ‘selfies’ y comprarse ropa.
Reflexionaban los y las adolescentes con una frase muy representativa sobre el tratamiento de las víctimas de violencia de género. ‘No son muertes, son asesinatos’, decían a voz en grito a la altura de Callao, porque también cuenta el tratamiento informativo, las palabras, las expresiones… todo influye a la hora de crear la bola de desigualdad y machismo en la que se asienta nuestra sociedad.
De repente, muchos y muchas nos dimos cuenta de esos transeúntes que se quedaban parados al borde de la acera y miraban con estupor cómo Gran Vía era inundada por una fuerza superior a la de cualquier golpe que les cortaba el paso. Fue entonces, cuando algunas y algunos comenzaron a entonar una nueva frase, simple y dirigida a aquellos y aquellas que contemplaban la estampa en un ‘stand by’ de su vida cotidiana: “No nos mires, únete”.
Y más de uno y de una se unió. Todos los elementos cuadraron en el espacio-tiempo para que la manifestación del 8 de marzo de 2017 en Madrid sea recordada durante mucho tiempo como una de las más numerosas, reivindicativas y emocionantes que se recuerdan.
Tanto es así, que de vez en cuando una euforia inexplicable nos recorría a todos y a todas, mientras producía que el tono se elevara, las reivindicaciones se hicieran eco literalmente a través del corazón del Madrid y todo aquel y aquella que quisiera ser parte de ello, se animara y reivindicara un mundo más justo, en igualdad.
Las veteranas, aquellas que ya peinan canas y cuentan con orgullo aquellos primeros 8 de marzo en los que eran “cuatro gatos”, estaban emocionadas hasta el extremo y con una mezcla entre sorpresa y orgullo ante la reivindicación en forma de miles de personas que se estaba produciendo.
Miles. Sí, miles pidiendo igualdad real, los mismos salarios, los mismos derechos y el mismo reconocimiento para las mujeres.
49 ciudades se manifestaron en España contra la discriminación, la violencia de género, la brecha salarial, reclamaron el derecho a decidir libremente sobre la maternidad… Madrid fue una de ese casi medio centenar de ciudades.
Y a pesar de que los periódicos decidieron al día siguiente que el fútbol era la información más importante que llevar en sus portadas, no hay duda de que el mensaje que se lanzó ayer alto y claro desde Gran Vía fue único. Según la organización 500.000 voces pidieron en el centro de la capital igualdad. “Luego diréis que somos 5 o 6”.