Noches Seguras Para Todas es un programa de Federación de Mujeres Jóvenes que dio comienzo en 2019, para profundizar en el conocimiento de la violencia sexual que se da de forma específica en los contextos de ocio nocturno. Una violencia que, además, no disminuye en España, ya que según datos del Ministerio del Interior, los delitos contra la libertad sexual crecieron un 12% en 2019. Este conocimiento es necesario para que las instituciones públicas, las entidades privadas y la propia sociedad, tomen las medidas de respuesta adecuadas.
Los objetivos del programa son:
- Generar conocimiento sobre la violencia sexual en el ocio juvenil nocturno fuera del ámbito de la pareja.
- Sensibilizar a la población juvenil sobre la importancia de erradicar las violencias sexuales.
- Debatir los resultados de la investigación con entes sociales con compromiso en la eliminación de la violencia sexual.
“Noches seguras para todas” se compone del informe de la investigación y de un Manual de sensibilización para jóvenes que, junto con las principales conclusiones del estudio, incluye la campaña #NochesSegurasParaTodas. La campaña se compone de diez viñetas basadas en las aportaciones de las jóvenes participantes, que han sido ilustradas por Marta Piedra y distribuidas en redes sociales.
En este marco, Federación de Mujeres Jóvenes ha realizado una IAP feminista (investigación-acción participativa) que arroje información sobre los orígenes y mecanismos por los que se reproducen estas violencias machistas en los espacios de ocio juvenil.
Para ello, recogieron información de adolescentes y jóvenes de cinco Comunidades Autónomas: Madrid, Valencia, País Vasco, Navarra, e Islas Canarias; en grupos no mixtos que favorecieran el clima de confianza.
Principales conclusiones de la IAP:
Una de las principales conclusiones de es la usurpación del tiempo de ocio que sufren las jóvenes, por la demanda e interpelación sexual constante de los hombres. Las distintas formas de violencia que las mujeres jóvenes sufren, varían desde aspectos más aparentemente sutiles como las miradas continuas, hasta las más graves como la agresión sexual con uso de fuerza; incluyendo ese abanico de conductas tantas otras como comentarios, acercamientos físico sin consentimiento, tocamientos no deseados, acorralamientos, agresiones sexuales sin uso de fuerza, etc.
Además, en los contextos de ocio nocturno se percibe una mayor permisividad con la violencia sexual, llegando a muchos casos incluso a justificar y legitimar dichas conductas a través de aspectos como el consumo de alcohol y/u otras drogas, o del uso y cosificación de las jóvenes como reclamo sexual en los locales. Cabe destacar que, para el estudio del grado de detección e identificación de las violencias sexuales, se ha tomado en cuenta la variable de conciencia feminista, observando una mayor dificultad cuando no existe tal conciencia para identificar todas las conductas que no se adecúan al «estereotipo social de violencia sexual» donde hay un gran uso de la fuerza por parte del hombre y un elevado grado de miedo experimentado por la mujer.
En un sentido similar, encontramos otra conclusión importante de la investigación -especialmente acusada en aquellas mujeres sin conciencia de género- que consiste en la gran dificultad en identificar la violencia sexual por parte de las mujeres cuando proviene de un amigo o conocido.
En relación a la experiencia de mujeres afrodescendientes y latinoamericanas recogida en la investigación, se identifica una violencia sexual específica que aumenta su vulnerabilidad, basada no solo en el machismo, sino también del racismo. Esta doble discriminación resulta en la hipersexualización y fetichización de sus cuerpos, así como en unos acercamientos más hostiles y agresivos.
Se observa también, que los hombres tienen estrategias definidas para acceder al cuerpo de las mujeres: sumisión química oportunista (aprovechar el consumo voluntario de alcohol), sumisión química proactiva (suministrar sustancias ocultas), acoso grupal, esperar a momentos donde la mujer esté sola o a oscuras, y la camaradería masculina.
Siguen vigentes también estereotipos tanto de agresores (o bien un chico muy joven, marginal y gran consumidor de alcohol y drogas; o bien un hombre mayor de 40 años y desconocido), como de víctima (mujer muy feminizada, extrovertida, vestida de forma provocativa y que ha consumido alcohol o drogas), que perpetúan la cultura de la violación, desresponsabilizan a los agresores y culpan a las víctimas.
Por otro lado, las mujeres desarrollan diferentes estrategias de autoprotección ante estas situaciones de violencia, ya sean de evitación o de afrontamiento. Estas últimas son menos utilizadas cuando la mujer presenta mayor vulnerabilidad.
Finalmente, nutriéndose del urbanismo feminista, se han analizado las ‘rutas de vuelta a casa’, como uno de los espacios donde finaliza el ocio nocturno, y el miedo a una agresión sexual aumenta y se intensifica. También se han identificado estrategias por parte de las mujeres como, por ejemplo, ir hablando a través del teléfono móvil durante el trayecto.
Desde la Federación proyectan el trabajo futuro en ampliar el perfil de los y las participantes en el estudo y, más a largo plazo, implementar acciones preventivas en el ocio nocturno, contando con la implicación de la población joven, el tejido asociativo juvenil y feminista, el tejido empresarial dedicado a las actividades recreativas nocturnas y la Administración Pública.
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