Como sucede con las enfermedades crónicas, la violencia en niñas y jóvenes permanece y actúa de manera silenciosa e imparable, en ocasiones aparece con no mucha repercusión, pero resistiéndose a tratamientos o remedios que se adopten para paliarlas.
Hoy, la realidad nos muestra que con la integración del Internet en nuestras vidas y las redes sociales, se abre un nuevo foco de contagio ocasionado por la violencia y el acoso en adolescentes, reemplazando lo que antes conocíamos como el acoso callejero, pero con un impacto más negativo aún, porque entra directamente a nuestros hogares. Esta modalidad online se ha hecho más fuerte y ha ido aumentado significativamente, instalándose de una manera velada, muy escondida, dentro del ámbito familiar y social.
Las cifras nos muestran que seis de cada diez niñas y adolescentes afirman haber sufrido acoso en redes sociales, la mayoría de las veces por personas conocidas. Según un informe de Plan Internacional, más de la mitad de las niñas y adolescentes en el mundo (el 58%), sufren acoso online, el 25% de ellas siente que está en peligro físico como resultado del mismo, y el 42% explican que a raíz de este acoso han perdido la confianza en sí mismas; y una de cada dos siente que el acoso en Internet es más intenso que el que sufren en la calle. El estudio se basa en las entrevistas y declaraciones a más de 14.000 chicas entre 15 y 25 años pertenecientes a 22 países.
De estos resultados destaca, no solo lo alarmante de las cifras o su aspecto cuantitativo, sino también en lo cualitativo, al identificar cuáles son las actuaciones violentas predominantes que se utilizan contra estas adolescentes. Los “insultos y el lenguaje ofensivo” son las expresiones de acoso más comunes, presentes en un 59% de los casos, seguidos de las humillaciones (41%); los comentarios negativos sobre el físico (39%), y las amenazas de violencia sexual (39%).
Las Plataformas de redes sociales más usadas por las niñas y adolescentes
Según el citado informe, las personas preguntadas acerca de esas plataformas en las que se producen estos episodios, señalan en un 39% (a nivel mundial), que es Facebook la red social en la que más acoso sufren, aunque todas sean un caldo de cultivo para estos hechos de violencia, por la inmediatez y la cercanía. Un 23% denuncian haber sido acosadas en Instagram y un 14%, en WhatsApp. En España, por ejemplo, es Instagram la que más situaciones de acoso reporta.
Algo importante y a tener en cuenta, es que las usuarias de estas redes sociales son menores en edades entre 14 y 16 años, expuestas a las situaciones más habituales, como son: la recepción de mensajes explícitos, imágenes de contenido sexual, ciberacoso, amenazas de violencia física y sexual, comentarios racistas y homófobos, humillaciones, burlas y ataques por su aspecto físico.
No podemos omitir que estos hechos ocurren cada minuto, ante la indiferencia de una sociedad, a su vez, golpeada por la impunidad y la complacencia. Visualizar el acoso nos acercan a la sensibilización y la concienciación sobre el problema.
La Situación en España
Aunque Facebook, Twitter e Instagram tienen sus propias medidas para luchar contra las amenazas y los contenidos inadecuados, porque son conscientes de que la cercanía, la inmediatez y la facilidad de acceso requieren controles, estos se quedan cortos. Este año, por el Día de Internet Seguro, Twitter ha colaborado con el ‘Centro Vasco de Ciberseguridad’ y la asociación ‘Pantallas Amigas para desarrollar una campaña de sensibilización contra la ciberviolencia sexual.
A través del Gobierno de España, la Delegación de Gobierno para la Violencia de género y otras muchas instituciones, han promovido estudios sobre el fenómeno del ciberacoso ejercido como violencia de género, y la incidencia de este tipo de comportamientos en los y las jóvenes. El objetivo de estos radica en evaluar el efecto que el desarrollo de la Sociedad de la Información y del Conocimiento (SIC), y la generalización en el uso de las Nuevas Tecnologías, -como Internet o las redes sociales- ha tenido en la violencia de género que se produce entre la población joven.
En definitiva, estas investigaciones proporcionan una información sobre el «ciberacoso» como forma de ejercer la violencia de género, y deja claro que implica todo un conjunto de consecuencias que afectan notablemente a las víctimas, en el plano de su emotividad individual salpicándoles de vergüenza y miedo. Pero la situación que se denuncia contra las niñas y adolescentes que se enfrentan al acoso en redes, cruza ese contexto etéreo, para obligarnos a enfocarnos en soluciones positivas o medidas de prevención y educativas, de control de la información que día a día manejan los y las jóvenes en Internet, y del uso de las redes sociales.
Hay iniciativas pioneras, muy valiosas, para la formación de jóvenes como agentes de cambio en la prevención de la violencia machista, de la que se habló en este mismo espacio del Observatorio, como la emprendida por el Observatorio Noctámbul@s de la Fundación Salud y Comunidad, en Barcelona. Es un ejemplo a seguir, pero solo contamos con una iniciativa en ese sentido, que sigue siendo insuficiente para paliar el efecto negativo y global del desarrollo de Internet en la comunicación y el auge de las redes sociales, así como lo que esto significa en la educación y la socialización de las niñas y adolescentes.
No es un despropósito exigir medidas legislativas más drásticas, que estructuren y tipifiquen ampliamente esas actividades delictivas, que impongan penas tanto para el provocador o acosador, así como para la empresa dueña de las grandes plataformas que facilita o permite esos delitos, sin descartar ninguna medida de prevención que se pueda implementar desde los colegios e institutos. Sólo así podríamos ganarle la batalla al acoso.
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